Ayer participé en el VII Congreso Internacional e Interdisciplinario en Homenaje a Alejandro de Humboldt, Claudio Gay & Ignacio Domeyko (o Congreso von Humboldt, que es más manejable). Por supuesto, uno de los principales intereses del evento tiene que ver con los viajes y los viajeros. Yo participé en la mesa “Mujeres en viaje del siglo XIX a nuestros días” con una ponencia sobre Gabriela Mistral, quien, de hecho, era la viajera más reciente de la mesa, por lo cual eso de “hasta nuestros días” no resultaba muy preciso. Hubo otras mesas sobre viaje y mujeres a lo largo del congreso, en que se habló de visiones del otro, construcción de la imagen del mundo oriental, escritura fuera de la norma, y de figuras como Eduarda Mansilla y María Graham. La conferencia magistral de Lucía Guerra también tuvo que ver con el tema: “Nociones de la otredad en viajeras del siglo XIX”. Al escuchar las ponencias, me daban ganas de emprender viajes propios, pero también de seguir estudiando el tema, lo que llevo haciendo desde hace algunos años, incluyendo una investigación con Lorena Amaro, titulada “Espiritualidad y mirada viajera de tres peregrinas chilenas: Amalia Errázuriz, Inés Echeverría y Violeta Quevedo”.
En cuanto a mi ponencia para el congreso, la titulé “Paisaje, hogar y visión de sujeto en ‘El paisaje mexicano’ de Gabriela Mistral. Eso fue, creo, hace más de un año, cuando mandé mi propuesta. A medida que avanzó la escritura y reescritura, porque seguía descubriendo datos nuevos, creo que en vez de sujeto debería haber puesto cuerpo. “El paisaje mexicano” es un brevísimo texto de 1922 que Mistral escribió cuando estaba viviendo en México, invitada por Vasconcelos para participar en la reforma educacional. Es un texto hermoso, en que la poeta no se dedica solo a describir un paisaje nuevo que la maravilla, sino a exponerse a sí misma a través de esa descripción, en la que no importa solo cómo son los escenarios en México, sino cómo se sienten en términos personales.
El texto de Mistral me ayudó a reencontrarme con un poema de Desolación que apenas recordaba “El Iztlazihuatl”, del cual dejo aquí unos pocos versos como cierre de esta nota. En cuanto a la ponencia, creo que quiero revisarla y depurarla todavía un poco más.
El Iztlazihuatl mi mañana vierte;
Se alza mi casa bajo su mirada,
que aquí a sus pies me reclinó la suerte
y en su luz hablo como alucinada.