¡Feliz cumpleaños Bueno, Bonito y Letrado: un año escribiendo!

primer_aniversario_bueno_bonito_y_letradoEn enero de 2013 comencé con este blog. ¡Feliz aniversario! Atrasado, porque la primera entrada original fue el 19 de enero del año pasado. Se trató de una pequeña nota titulada “Presentándome”. Había otras entradas también, algunos artículos antiguos que había subido para que el sitio no se viera pelado. Entre que me cuesta recordar los aniversarios –quiero decir, las fechas exactas- y que había tenido unas pequeñas vacaciones de escritura, esta entrada se fue postergando. Y me interesaba hacerla, porque estar un año escribiendo en forma constante no es menor. Además se trataba (se trata) de un proyecto personal, una oportunidad para escribir de lo que me interesaba, de la forma que me interesaba. Así han ido apareciendo las distintas entradas de este blog Bueno, Bonito y Letrado, a partir de mis lecturas y mis experiencias; de mi vida familiar y profesional; de conversaciones y momentos de reflexión solitaria.

Asimismo, llevo casi un año escribiendo reseñas en el sitio web de Publimetro. Partí con una crítica del libro ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?, de Jeanette Winterson; fue un libro que me llegó hondo, justamente por esta necesidad de escribir. Esa primera reseña apareció el 22 de marzo de 2013, pero su génesis estuvo en este mismo blog, donde semanas antes había escrito otra nota sobre el mismo libro.

Así que ha sido un año lleno de lecturas y escrituras. También de estudio. Di mi examen de candidatura y me convertí en candidata a doctora en Literatura de la Universidad Católica. Después de eso preparé mi proyecto de título y estoy en esa etapa todavía. Para esto, también hubo lecturas, conversaciones y más escritos. Todo eso, por supuesto, como parte de una jornada en que soy también madre y esposa (escribo esto después de haber logrado que mi pequeño Tony se durmiera). No podría decir que soy algo más que lo otro. Soy todo eso y al mismo tiempo: estudiante, escritora, madre, esposa, mujer, y, claro, lectora. Esa combinación era la que quería dar vuelta en este blog y lo he estado haciendo durante un año ya y ha sido una experiencia excelente. Por lo tanto, aquí voy por otro año más en Bueno, Bonito y Letrado. ¡Los invito a acompañarme!

Just Write it in English: a Start

Me writing the post.

Me writing the post.

A little intro

My husband and two of my beloved friends have told me for a while: “Write it in English!”, that is, write a post in English. I started this blog Bueno, Bonito y Letrado since January this year. The title literally means Good, Beautiful and Literate (or Lettered, because in Spanish Letrado means both words); but it is also a word game, a deformation of a popular saying in Chile: Bueno, Bonito y Barato –or “the three Bs”- (Good, Beautiful and Cheap).

I wanted to write about literature and books, but from my experience as a Doctorate student, mother, wife, woman. So I decided doing it in a blog. But blogging should be about reaching people in every place, and not just the Spanish-speakers, so here I am, writing in English.

Getting into letters

For the moment I have thought on writing just about Chilean or Latin-American authors and books, and try to present some of them to people who speak English and might be interested in knowing about our literature. For this very first English-written-post I would like to talk about the poetry book Bruma (Lolita Editores, 2012), by María Inés Zaldívar. I reviewed this text months ago in Spanish, and it really captured me the way the poems talked about everyday life. “Me enamora la manera / cómo partes el limón” (13) are the first two verses of the book, and they mean “I fall in love with the way / how you cut the lemon”. Those verses show the tone of the poems: they appeal to love, and they are also involved in a beautiful everydayness. Actually it is in our day to day life when we experience and we feel, love is lived in the simple things of everyday life, and that what we found in Bruma (Mist).

Bruma, by María Inés Zaldívar.

Bruma, by María Inés Zaldívar.

So we are not surprised when the lyric voice remembers “big hands / sliding down the keyboard” (“grandes manos / deslizándose por el teclado”, 41), or her lover eating a pair of crispy toasts with butter and drinking a cup of coffee. When I write in this blog or even in my academic work at university, the everyday element is inescapable, because –for me- it is in the small and intimate aspects where life is played, and that is also true for poetry, which actually illuminates our own existence. In that sense, when I think of Bruma, I remember that my son was playing with his toy cars beside me when I was reading it. The family scene is now linked to those verses; just like in the poem, love melts as butter over a warm toast, covering every feature, every corner of life.

A very interesting figure in the poem is Penelope. We know her as the loyal wife who waits for the return of his husband Odysseus, a waiting which she manages by knitting. The poet takes Penelope and positions her in our common places, event trying to buy a lipstick which has been sold out. This raises a debate: how should it be Penelope’s waiting? Well, Penelope should be able to decide for herself. This Penelope loves waiting, loves recalling, and carrying on with her life. Maybe that is why there is so much life and light in Zaldívar’s verses, you can hear the crunch of the toast and taste the coffee; you can feel a lover’s back beside yours.

Bridget Jones viuda

La portada de Bridget Jones. Mad about the boy.

La portada de Bridget Jones. Mad about the boy.

No me cuesta imaginarme a Bridget Jones viuda, pero sí con dos hijos. Pienso en esos pobres niños criados desde la neurosis del personaje de Helen Fielding. La semana pasada el Sunday Times publicó un extracto de la tercera novela sobre Jones y se descubría que Mark Darcy ha muerto y que Bridget ¡ya en sus cincuenta! es una viuda con dos hijos que debe salir adelante.

En realidad, cuando se anunció que iba a aparecer una tercera entrega, me preguntaba cuál sería la crisis en torno a la cual giraría el relato, aunque debo admitir que imaginaba al señor Darcy separado y no muerto. De todas formas, no podía ser que después del final feliz del segundo libro, un tercero se convirtiera en una novela sobre la maravillosa vida de casados de Bridget y Darcy, después de todo el humor de estas novelas surge desde la inadecuación de su personaje central, y no de su paz con el mundo. Pienso, incluso, en Orgullo y Prejuicio: no tendría mucho sentido escribir una historia con lo que pasó después del matrimonio de Elizabeth Bennet y el señor Darcy original. De hecho, el libro en que se aborda ese matrimonio años después –La muerte llega a Pemberley de P. D. James- no es sobre la vida color de rosa del matrimonio, sino sobre un asesinato ocurrido en sus terrenos (más sobre Orgullo y Prejuicio en este post antiguo).

He leído que algunas fanáticas han despotricado en contra de la decisión de Fielding, aunque me pregunto si eso es porque cuando se lleve al cine no estará Colin Firth. Yo, en realidad, no soy una gran fanática de las películas, pero disfruté muchísimo esos dos libros, divertidos y ágiles (aunque creo que tendría que repasarlos para escribir algo más profundo). Volviendo entonces a la decisión, apoyo a Fielding, quien obviamente tiene el derecho de escribir lo que quiera, y espero leer pronto Mad about the boy.

 

El descubrimiento de la pintura: descubriendo el relato

El descubrimiento de la pintura, de Jorge Edwards.

El descubrimiento de la pintura, de Jorge Edwards.

El descubrimiento de la pintura es un libro breve, apenas sobre las 150 páginas, de ágil y entretenida lectura. No puedo evitar que Persona non grata, el primer libro que leí de Jorge Edwards, venga a mi mente, porque es justamente lo contrario. Me parece que hay un estigma en esa primera lectura, tal vez porque lo leí asociado a un curso de actualidad periodística y no de literatura, y tal vez porque acababa de leer El jardín de al lado, uno de mis favoritos de José Donoso. No sabía bien qué esperar de El descubrimiento… cuando lo tomé en mis manos, pero creo que esas es una de las mejores formas de acercarse a una lectura: no esperar nada en concreto y sorprenderse con lo encontrado.

En este caso, se trata de un texto que juega con la idea de lo biográfico. El narrador –que bien podría ser el propio Edwards- nos relata la historia de Jorge Rengifo Mira, Rengifonfo, un primo de su madre, que trabajaba con cerraduras en la semana y el fin de semana desplegaba su alma melómana y, además, se dedicaba a pintar. Partía en micro a los extramuros de Santiago, que, en aquella época, era La Reina, y pintaba, pero sin descubrir todavía la pintura. Así como aquellos que quieren dedicarse a escribir, pero sin haber leído a otros autores, Rengifonfo cree en pintar sin haber contemplado antes la pintura. El relato que hace el narrador es, sin dudas, entretenido, honesto, incluso cariñoso con este familiar al que todos prefieren ningunear, porque es torpe, porque se cree pintor, porque circulan rumores sobre él. El narrador que construye Edwards es un tanto inseguro. Cuando quiere relatar algo, lo cuenta y lo repite, como tratando de justificarse –él y sus opiniones- diciendo las mismas cosas de una y otra manera; o bien añadiendo más y más detalles: “Ya que hablamos de omnisciencia, puedo afirmar que supe de Jorge Rengifo Mira desde tiempos inmemoriales, desde mi infancia más remota, e incluso desde antes de nacer, por raro que esto pueda parecerles” (19). Jugará también con esa idea de omnisciencia, a veces tratando de adivinar lo que Rengifonfo habría pensado o de lleno imaginando situaciones completas.

Se justifica lo anterior, porque, aunque se trata de la historia de Rengifonfo y el descubrimiento que hace de la pintura –porque, sí, la descubre, y diciendo eso no se mata la lectura del libro-, lo que atrae es la construcción verbal que hace el narrador, y cómo él se vincula a esa historia tal vez por cariño o incluso por una cierta admiración a este primo lejano: son los recuerdos del narrador –con toda su imaginación volcada sobre ellos- y no una historia fría y tratada desde la distancia. Tal vez lo más atractivo del libro sea cómo, de hecho, se rompe la distancia y se presenta un texto cercano, escrito por alguien cercano, a uno y a Rengifonfo.

Edwards, Jorge. El descubrimiento de la pintura. Santiago: Lumen, 2013.

Esta reseña apareció originalmente en el sitio web del Diario Publimetro, donde tengo una columna de libros semanal.

Leñador, apagando las voces

Leñador, de Mike Wilson

Leñador, de Mike Wilson

No todos los libros se leen de la misma manera, sino que tienen distintos… ritmos de lectura, así lo llamaría. Recuerdo que tardé mucho tiempo en leer la última parte de Expiación de Ian McEwan, porque, intuyendo que las cosas no podrían salir bien, no quería llegar a esa parte del libro en que todo queda escrito y ya no hay esperanzas de que el autor hubiera ideado otro final. De la misma forma, hay libros que devoro en una tarde, que no puedo soltar hasta que he llegado a la última página.

Leñador de Mike Wilson, en tanto, es un libro compañero, es decir, que acompaña durante muchas tardes o noches, porque no busca apurar, sino disfrutar de una lectura sin prisas. Creo que tiene que ver con el ritmo del protagonista, ese personaje que ha abandonado su antiguo hogar en el sur de América del Sur, y ha encontrado un lugar en donde comenzar de nuevo en el Yukón, convertido en leñador.

La novela está configurada a través de dos discursos que se intercalan. Primero la voz personal del protagonista, que en pocos párrafos cada vez va deslizando muy poca información concreta sobre sí mismo, aunque sí va desnudando el deseo de lograr una calma que no podía alcanzar en su tierra natal. Tal vez tiene que ver con ese hecho que conocemos desde las primeras líneas: “Combatí en una guerra, hace décadas en un archipiélago, y combatí en el cuadrilátero, hace años en las noches de la ciudad. Fracasé en las islas y en el ring” (11). Lo abandona todo y termina conviviendo con los leñadores en una vida que es dura y de la cual no sabe nada, por lo cual es necesario aprender. Y ese aprendizaje es el otro discurso, que se nos va entregando en un formato similar a las entradas de un diccionario enciclopédico. Por ejemplo, la primera entrada es “Hacha”, en que el protagonista en varias páginas habla de cómo es confeccionada, sus partes, su uso y mantenimiento. De hecho, son estas entradas las más extendidas, mientras que el relato personal es breve y cuidado. Lo interesante es que esas entradas no son una escritura enciclopédica fría, sino que en ellas también se deslizan historias y puntos de vista del leñador, que nos enseñan no solo lo que es un  hacha, una conserva o la muerte en el Yukón, sino que también nos acercan a una forma de vida lejana, quitándole la cubierta estereotipada.

Pero también esta estructura nos habla del protagonista, porque esa no es solo su forma de aprender, sino también de lograr la calma, de volver a respirar sin angustia. Pienso en dos citas al respecto. La primera es “Los hombres del campamento no son de preguntarse cosas. Ellos viven, no piensan en vivir” (95). La siguientes es un pasaje en que el protagonista relata cómo observaba a unas hormigas rojas subir por la corteza negra de un pino: “Me detuve ahí, mis ojos escalaban con las hormigas […] Sentí envidia” (60-1). Las hormigas, los hombres que viven, nos hablan del fluir, dejar que las cosas sigan su curso, que fluyan de forma natural, en vez de detenerlas a la fuerza en el pensamiento. Volverá sobre esa idea varias páginas después: “La nieve, cuando cae flotando, me calma. La lluvia, las llamas de una fogata, una fila de hormigas, el viento y el golpe seco y rítmico de un hacha” (197). Él no puede incluirla, pero también se apagan las voces inquietas de la cabeza y se logra calma con la lectura de su relato, el enciclopédico y el personal, porque, en realidad, todo es personal en esta búsqueda de paz. Por eso, además, es un libro compañero.

Wilson, Mike. Leñador. Santiago: Orjikh Editores, 2013.

Esta reseña apareció originalmente en el sitio web del Diario Publimetro, donde tengo una columna de libros semanal.

Descubriendo autores: Charles-Ferdinand Ramuz

Voces de la montaña, de Charles-Ferdinand Ramuz

Voces de la montaña, de Charles-Ferdinand Ramuz

Hay algo hermoso con respecto a leer, y es que una puede tener sus escritores favoritos y también un corpus de autores que se reconocen fácilmente, aunque no sean de cabecera; pero siempre habrá nuevos nombres y títulos que aparecen y que nos conquistan o, por lo menos, nos abren otro nuevo mundo de lecturas, y eso, en realidad, no es menor.

Una fuente de procedencia de nuevas lecturas es mi papá. Está siempre buscando en las librerías y cuando ve un texto que le resulta atractivo por alguna razón, lo compra. Es un activo comprador y lector de libros. A mí también me gusta ir descubriendo lecturas y suelo explorar cuando se acerca un cumpleaños.

El nuevo nombre que estoy leyendo ahora es Charles-Ferdinand Ramuz (1878-1947), un escritor suizo, quien, a pesar de la urbanidad de su vida –vivió en Lausana y en París-, en sus textos prefería conectarse con el mundo no industrializado del campo y la montaña. Leí la primera historia del libro Voces de la montaña, traducido por Iván Salinas en una edición reciente de Chancacazo. Como objeto es atractivo, una pequeña edición, pero bien  cuidada, en que el uso tipográfico es un placer para ojos cansados por la miopía.

El cuento se titula “Los sirvientes” y tiene que ver no con empleados, sino con los pequeños duendecillos que se dice habitan en zonas más agrestes y a cambio de un poco de comida o abrigo, realizan ciertos favores a los dueños de casa. El tema me era familiar, ya que en el norte de Chile, de donde soy, especialmente en el interior, siempre se habla de estos sirvientes. Sin embargo, les tenía mucho temor, ya que si no son correspondidos, pasan de ser maldadosos a malvados. De más está decir que con esos recuerdos de infancia, temía llegar a la última página del cuento, especialmente porque su protagonista Chabloz está buscando todo el rato pleito con estos duendecillos, a pesar de las advertencias. La mirada de Ramuz, en todo caso, es más ingenua o bondadosa, lo agreste es más sabio finalmente.

Estas son algunas primeras aproximaciones al libro que estoy leyendo para mi columna de libros en Publimetro. Aprovecho de contarles que hoy apareció mi reseña de Disparen a la bandada, una texto entre personal, histórico y biográfico sobre los integrantes constitucionalistas de la Fuerza Aérea de Chile, Fach, que fueron detenidos, torturados y llevados a consejos de guerra fraudulentos después del golpe de Estado de 1973. Es un libro poderoso, muy duro y a ratos hermoso por la forma en que el autor, Fernando Villagrán, lleva el relato y se involucra en él.

Libros ilustrados: leyendo El Misterioso Caso del Oso

La portada de El misterioso caso del oso, de Oliver Jeffers.

La portada de El misterioso caso del oso, de Oliver Jeffers.

A mi hijo Tony le encantan sus cuentos. Parte de la diversión de cada noche es correr a su dormitorio y elegir uno (en general, dos) de su estante para leer en la cama antes de dormir. A veces, incluso, decide incluir una lectura a la hora del desayuno, como hoy en que no se resistió a que leyéramos de nuevo El cuento de los conejtos Pelusa de Beatrix Potter. Gracias a ese cuento ha aprendido que soporífero quiere decir que da mucho sueño, y además adora saltar de aquí para allá diciendo que él es uno de los conejitos Pelusa.

Las últimas dos semanas Tony ha estado obsesionado con uno de sus libros de Oliver Jeffers: El misterioso caso del oso. Jeffers es un favorito, durante meses cada noche leímos Cómo atrapar una estrella y Perdido y encontrado. Son excelentes. En términos estéticos, las ilustraciones y diseño de los libros son hermosos y cautivantes. Me encantan los animales de piernitas flacas que aparecen en El misterioso caso…y también que cada pequeño detalle cuente. Tony nota algo distinto cada vez que lo leemos, como un avión de papel que antes no había visto en una de las esquinas de un dibujo.

El libro relata un misterio del que uno conoce la solución en la primera página: alguien está cortando las ramas de los árboles sin permiso. Sabemos desde el comienzo quién es, aunque el resto de los habitantes del bosque necesiten todavía averiguarlo. El verdadero misterio es por qué el oso necesita tanta madera.

La escena del alce-testigo que le gusta a Tony. Se puede ver la pequeña nube de vapor que sale de la boca del alce.

La escena del alce-testigo que le gusta a Tony. Se puede ver la pequeña nube de vapor que sale de la boca del alce.

En términos literarios, libros como este también son excepcionales, porque no buscan disminuir a los pequeños lectores, sino hablarles de igual a igual. Al principio me preocupaba cómo recibiría Tony, quien todavía no cumple los cuatro años, este libro con palabras como pesquisa, coartada o evidencia. Pero no se hace problemas, entiende la historia, algunos pasajes más que otros, y el resto los interpreta según sus experiencias y conocimientos; no se amilana porque no sepa qué es un testigo, aunque ahora tiene una leve idea de que es alguien que ha visto algo. El testigo en cuestión es un alce, y lo que más le gusta de esa escena, y me pregunta una y otra vez al respecto, es acerca de la nube que sale por la boca del animal: “Es vapor, le dijo yo, sale porque es una noche muy fría”. Y me contenta: “Sí, hace mucho frío”.

Uno de los mayores atractivos que tiene el libro para Tony es la doble línea de lectura. Él me pide que le lea los escasos textos, a veces dos o tres veces, y mueve sus pequeños deditos debajo de las letras para guiar mi lectura; pero también sigue el relato de aquello que solo el dibujo contempla y que es una expansión constante de la historia. A pesar de que Tony tiene una tendencia a querer que los cuentos sean siempre de la misma manera –de hecho, suele corregir la lectura que hacen otros, porque difiere de la que hago yo-, también explora otras vías a través de las ilustraciones, cambiando la forma en que leemos ciertos dibujos de un día para otro, no sé bien por qué, pero suelo imaginar que durante el día vio algo, aprendió algo, que lo ayuda a ver las ilustraciones desde una nueva perspectiva.

Martin Salisbury y Morag Styles –expertos en el área del libro ilustrado- dicen que los niños más pequeños no tienen todavía las herramientas lingüísticas necesarias para explicar una imagen con palabras y que incluso, pueden decir lo que piensan que uno, el adulto, espera oír, de tal manera que “el mundo que los niños están experimentando permanecerá inevitablemente algo así como un misterio para nosotros”. Yo siento constantemente eso cuando leemos libros como El misterioso caso del oso, que son en alguna medida desafiantes, porque no le dan al niño algo previamente masticado y fácil de digerir. En este caso, asumo que todas las referencias a las novelas detectivescas –que yo encuentro altamente divertidas- no llegan a Tony de la forma que me llegan a mí, pero igualmente las recibe y las procesa. Por ejemplo, en la contratapa se lee: “Una escalofriante historia de misterio, crimen, sospechosos, aviones de papel, un bosque y un oso que quería ganar a toda costa”. Yo veo el intertexto detectivesco; Tony, mmm, bueno, es parte del misterio. Pero sí sé que lo disfruta y que si no lo entendiera, no me pediría día tras día que lo leyéramos, ¿no?

Chile en los ojos de Pepe Cuevas

Maquinaria Chile y otras escenas de poesía política, de José Ángel Cuevas

Maquinaria Chile y otras escenas de poesía política, de José Ángel Cuevas

Tengo varios recuerdos del poeta José Ángel Cuevas, o Pepe Cuevas. Dos son relevantes en esta historia. Uno de ellos fue la lectura y análisis de Diario de la ciudad ardiente, que es un texto que Cuevas escribió en prosa, pero con mucha poesía. Publicado en 1998, el libro contiene relatos sobre un periodo de nuestra historia en torno al cual gira su poética: dictadura y transición. El segundo recuerdo es de Pepe Cuevas leyendo un texto en el que él estaba trabajando. Éramos un grupo pequeño, y Cuevas estaba sentado leyendo -¿o tal vez recitando?- unas palabras muy personales en un tono íntimo y comprometido.

En Maquinaria Chile…, el poemario más reciente de Cuevas, esos dos recuerdos están presentes en forma constante. Primero, porque nos encontramos frente a un repaso de la historia del país desde la Unidad Popular hasta la actualidad, pero siempre desde la mirada involucrada del poeta, que no renuncia a sus sueños ni a sus convicciones. Lo sabemos al leer apenas las primeras páginas, en que nos presenta un sueño le da vuelta al Golpe de Estado de 1973, mostrándonos lo que él hubiera querido de ese día. En el sueño es capaz de reescribir la historia, pero el resto de los poemas da cuenta de una mirada decepcionada. La decepción se hace mayor durante la Transición y más en la actualidad, en que ve a Chile convertido en una maquinaria de consumo, en que la gente vive sin más ideales que endeudarse para comprar. También resiente que el fútbol y la televisión ocupen las mentes de los más jóvenes y estos no tengan interés alguno en la política, porque para él la única manera de cambiar el mundo, el país, nuestra sociedad, es comprometerse.

En medio de la decepción, el poeta dirá: “Perdonen que los haya molestado / con estos recuerdos tan amargos / Yo sé que ustedes están en Otra” (100). Pero, aunque sabe, debajo del discurso apasionado de Cuevas, hay esperanza. Estaba en el epígrafe del libro: “La batalla por los recuerdos colectivos / no está perdida” (7). Porque para el poeta, el compromiso no es un acto solitario, sino colectivo, son compromisos sumados.

Maquinaria Chile es un poemario escrito desde la honestidad, en que Cuevas no teme contar la historia de Chile con sus palabras y desde su perspectiva, en vez de una historia consensuada.

Cuevas, José Ángel. Maquinaria Chile y otras escenas de poesía política. Santiago: LOM Ediciones , 2012.

Esta reseña apareció originalmente en el sitio web del Diario Publimetro, donde tengo una columna de libros semanal.

Esperando la primavera y despidiendo a Seamus Heaney

primavera01

Primavera, de Antonio Segovia

El 30 de agosto recién pasado el poeta Seamus Heaney murió. Y desde entonces que le había dado vueltas a qué escribir sobre él. Aunque lo he leído, no soy experta, y no me interesaba realizar un recuento de algunos hechos de su vida, como suelen ser los obituarios que se le dedican a autores como este en nuestros diarios nacionales, con más anécdota proveniente de agencias que algo un poco más vívido. Por un lado, entiendo que así sea, es decir, tendrían que manejar más o menos sus textos, y no es cosa fácil. Pero no quería dejar pasar la ocasión sin decir nada, y no solo porque Heaney y yo compartiéramos el mismo día de cumpleaños.

Revisando sus poemas encontré “Rite of Spring” (Door into the Dark, 1969) y me pareció apropiado por cuanto con un día como el de ayer domingo, pareciera que finalmente la primavera quiere sentir su presencia. Asimismo, aunque el poema tiene varias lecturas, me pareció que esa imagen de una primavera que se demora, que cuesta, pero que después estalla entre nosotros, era no solo hermosa, sino real, palpable.

El poema tiene –en inglés- el mismo título que la pieza de Stravinski que en español conocemos como La consagración de la primavera. Recuerdo haber visto el ballet hace muchos años en el Teatro Municipal, vibrante. Es, por cierto, también terrible: la joven raptada y obligada a sacrificarse bailando hasta la muerte: he ahí el rito, el sacrificio es ritual. En el poema de Heaney no hay sacrificio, pero sí ritualidad, aunque derivada de objetos muy cotidianos, ya que toma como objeto de sus imágenes una bomba de agua, congelada durante el invierno, y que poco a poco comienza a ser conquistada por el fuego, lanzada por el fuego, que permite la liberación del agua, ya incontenible. Es, también una metáfora sexual, al hablar de bombas y émbolos, el poeta también habla de sexo.

Buscando opiniones sobre el poema, me encontré con varias que lo desdeñaban por simple y obvio. Para uno, incluso, es un poema sobre la frigidez. No concuerdo con aquello, por cuanto lo que decía al comienzo: la primavera está dormida durante el invierno, pero ciertamente no es frígida. Le vi más sentido a algunos artículos que hablaban de la visión femenina en Heaney. Así encontré a Carlanda Green, quien más bien ve una unión, una consumación entre agua y fuego. El estallido final es orgásmico, como también lo es el estallido primaveral. Incluso en la pieza de Stravinski al comienzo encontramos augurios primaverales. La llegada de la primavera no es como una llave –para seguir con las imágenes de Heaney- que simplemente se deja abierta el 21 de septiembre y la primavera queda encendida. Diría que lo mismo pasa con las relaciones entre un hombre y una mujer, no se trata simplemente de un botón que se aprieta y listo, el orgasmo se alcanza, no se enciende con un interruptor.

Así que, no estoy muy segura acerca de que la metáfora de Heaney sea demasiado textual. A mí me gusta y me hace pensar en el texto que escribió Blake Morrison con motivo de la muerte de Heaney: “Para Heaney, había maravillas suficientes en este mundo, sin importarle el siguiente. Objetos y lugares comunes –un sofá, una radio, un bolsón, una ráfaga de viento, el sonido de la lluvia- estaban santificados” (original aquí). También una bomba de agua y su émbolo.

Rite of Spring

So winter closed its fist
And got it stuck in the pump.
The plunger froze up a lump

In its throat, ice founding itself
Upon iron. The handle
Paralysed at an angle.

Then the twisting of wheat straw
into ropes, lapping them tight
Round stem and snout, then a light

That sent the pump up in a flame
It cooled, we lifted her latch,
Her entrance was wet, and she came.

Monterroso y los dictadores

El paraíso imperfecto. Antología tímida de Augusto Monterroso.

El paraíso imperfecto. Antología tímida de Augusto Monterroso.

Esta semana recibí el libro El paraíso imperfecto. Antología tímida de Augusto Monterroso, una edición de bolsillo que reúne cuentos y ensayos, y que se lanza al cumplirse diez años de la muerte del autor. Es una edición sencilla, aunque parece en sintonía con el escritor guatemalteco. De hecho, en la última página aparece el dibujo de su dinosaurio con la leyenda: “Cuando este libro se terminó de imprimir en 2013, el dinosaurio todavía estaba allí”. Por supuesto está basado en el microrrelato “El dinosaurio” del propio Monterroso, relato que, sin embargo, no es parte de la edición. Probablemente no fuera necesario incluir un texto tan conocido. Eso sobre el espíritu del libro, si es que uno puede llamarlo así, tomando prestado un concepto del análisis poético, podría decirse que es el mood, el estado de ánimo de la antología, porque incluso en ensayos serios, Monterroso se las arregla para hablar desde el humor, sin por ello restarles profundidad.

Como decía el libro me acaba de llegar, y como estaba terminando la lectura de La oscuridad que nos lleva de Tulio Espinosa (la reseña apareció hoy), solo repasé en el índice algunos títulos que podría interesarme abordar de inmediato. Probablemente porque es 6 de septiembre y se cumplen 40 años del golpe de Estado, me concentré primero en “Novelas sobre dictadores (1)” y “Novelas sobre dictadores (2)” (La palabra mágica, 1983). El primero nos habla de la novela El señor presidente de Miguel Ángel Asturias, donde presenta la siguiente idea. Habla de un cierto mito de que los dictadores pertenecen o fueron creados en Latinoamérica, como si Europa no hubiera visto –en la historia reciente- a Hitler, Mussolini y Franco. Lamentablemente, y esto él no lo menciona, aunque no fueron originados en nuestro continente, nos llenamos de ellos y sus dictaduras.

El dinosaurio de Monterroso.

El dinosaurio de Monterroso.

En el segundo ensayo, nos habla de un proyecto que Mario Vargas Llosa tuvo en los años sesenta, de una antología de cuentos sobre dictadores latinoamericanos, en que participarían él, José Donoso, Carlos Fuentes, Alejo Carpentier, entre otros, y al que invitaba a participar a Monterroso para que escribiera sobre Anastasio Somoza padre. Como dije, el proyecto fue en los sesenta, así que era muy pronto para considerar a Pinochet en la lista.

Como dice el propio Monterroso, el proyecto no se concretó, aunque algunos de los participantes escribieron sus propias novelas sobre dictadores. Sobre él nos cuenta, que apenas le llegó la invitación a participar –a pesar de que había dicho que sí de palabra -, prefirió enviar su rechazo a escribir. La razón es más que interesante: “[…] renuncié a trabajar en un Somoza al que como juez me habría gustado mandar a fusilar pero que como escritor hubiera llegado a presentar en toda su indefensión y miseria […]” (135). No quería humanizar al dictador, quién quiere.