Listado de día viernes

El famoso Rice Portrait.

El famoso Rice Portrait.

Esta semana he leído algunos artículos que han llamado la atención por distintos motivos. Por ejemplo, fue genial encontrarse en el diario inglés The Guardian con una pieza sobre el escritor mexicano Juan Rulfo, autor de Pedro Páramo. El artículo, parte de una serie sobre el cuento, dice: “Puede leer el escaso pero denso cuerpo de la obra de Rulfo en un par de días, pero eso representa solo un primer paso en territorios que todavía deben mapearse en forma definitiva. Su exploración es uno de los viajes más extraordinarios en la literatura”. Pueden leer el texto escrito por Chris Power aquí.

Una amiga me recomendó este link sobre la metáfora en el pensamiento de los niños. Sabe que estoy metida con el tema de la infancia para mi investigación de doctorado, así que fue un verdadero regalo. El artículo apareció en el blog de Maria Popova, y aborda un libro de James Geary, I is an other. Recomendable para quienes estén interesados en niños, metáfora o las formas del pensamiento. Lo encuentran aquí.

Si han leído mi blog, deben saber que Jane Austen es una de mis escritoras favoritas. Uno de sus retratos más conocidos, es un dibujo siempre me ha molestado, más que nada porque no es una gran obra –es bastante feo, añadiría-. Más raro me parece su uso, después de que leí que la familia de Austen consideraba que el dibujo no se parecía en nada a ella. Esta semana apareció en The Times Literary Supplement, una nota en que presentan al Rice portrait, como una buena representación de la escritora. Claudia Johnson, profesora de literatura inglesa en la Universidad de Princeton, escribe el artículo, en que hace una relación sobre la pintura y por qué deberíamos pensar que es realmente un retrato de la autora de Orgullo y prejuicio. Muy interesante, lo pueden leer aquí.

Finalmente, debo decir que leer es solo uno de mis placeres. También me gusta, por ejemplo, bordar, y tejer, aunque esto último no lo hago tanto como quisiera, de hecho, todavía tengo que terminar un suéter que estoy tejiendo para mi hijo Tony. Así que me agradó mucho encontrar en el New Yorker esta nota sobre tejido y literatura de Alison Lurie. De hecho, fue muy llamativo –por decir lo menos- revisar su propuesta de que los personajes femeninos buenos preferían el tejido a palillos –como Jane Fairfax en Emma, sí, de Jane Austen- y los malos, el crochet, como Becky Sharp, la antiheroína de La feria de las vanidades, de Thackeray. Pueden leerlo aquí.

¡Buen fin de semana!

Los libros no terminan

El libro abierto es, de hecho, Leñador.

El libro abierto es, de hecho, Leñador.

El viernes pasado apareció en la revista digital 60 Watts (dedicada a la literatura), una reseña que escribí sobre el libro de Mike Wilson Leñador (¡pueden leer la reseña aquí!). No era la primera vez que escribía sobre esta novela publicada por un profesor del departamento de Literatura UC; también la había reseñado para Publimetro, en mi columna habitual de los viernes (o de los lunes cuando se les pasa subirla).

Aunque ambas reseñas tienen algunos puntos en común, como cuando me refiero a la estructura del libro –después de todo eso es algo que no cambia-, las centré en aspectos distintos e incluí citas diferentes también. Creo que lo fascinante de la lectura es que los libros nunca terminan y las lecturas que hagamos de ellos se van transformando, expandiendo: siempre hay algo nuevo o diferente que decir, algo que quedó en el tintero. Además en el caso de las reseñas, como crítica literaria pienso también en los distintos lectores: un público amplio en Publimetro, que seguramente ingresa al sitio web por sus aspectos noticiosos y descubre que hay una columna de libros; y uno específico en 60 Watts que busca específicamente leer sobre literatura.

Personalmente también es un desafío hacer más de un escrito sobre un mismo libro, porque me implica revisar mis apuntes, ir de nuevo sobre las citas marcadas, y descubrir tal vez una nueva mirada, un detalle que antes había pasado por alto. Como ven, no es solo un desafío, también es un placer.

Heridas y cicatrices

¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?, de Jeanette Winterson.

¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?, de Jeanette Winterson.

Cuando vi que mi mamá había comprado ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? esperé con ansias que lo terminara. Tenía muchas ganas de leerlo, más que nada por referencias críticas que habían aparecido en la prensa. Cuando comencé, no pude parar hasta acabarlo, y después volví a revisarlo para ficharlo. Sé que fue como leer el libro dos veces, pero no quise interrumpir la primera y placentera lectura, cada vez que encontraba una cita que quería preservar. Aunque cuando eso ocurría hacía una nota mental.

¿Por qué ser feliz… es un texto autobiográfico de la escritora inglesa Jeanette Winterson, en el que nos sumerge en sus primeros años al interior de una familia tan quebrada como paradojal, porque si bien esas vivencias en medio de una vida pobre en el norte de Inglaterra (cerca de Manchester) la marcaron de una manera dolorosa, también fueron claves para hacer de Winterson la mujer en la que se convirtió. De hecho, una de las cosas más admirables de este libro es que a pesar de haber sobrevivido a una madre adoptiva muchas veces despiadada, fanática religiosa, pero excelente lectora en voz alta, el trato que le da linda en lo amable o, al menos, trata de comprenderla. Su libro y la vida que construye ahí, los momentos de gloria, como también los momentos más duros y cercanos al suicidio, la fuerza por vivir, salir adelante y tener una visión positiva tanto del pasado como del futuro, son apabullantes. Básicamente por la creencia de la autora en las heridas y las cicatrices, que nunca desaparecen, pero pueden ser reescritas:

Por eso soy escritora; no digo “decidí” ser ni “me convertí en”. No fue un acto voluntario ni siquiera una elección consciente. Para evitar la estrecha red de la historia de la señora Winterson, tenía que ser capaz de contar la mía propia. Parte realidad, parte ficción, eso es la vida. Y siempre es una historia de presentación. Yo escribí mi salida (14).

Los primeros capítulos nos hablan de sus años formadores, desde la herida abierta por haber sido dada en adopción (“Los niños adoptados estás descolocados”, 32) hasta su adolescencia y  su pronta partida de la casa porque su madre no podía soportar que ella fuera lesbiana. Es allí donde entra a escena el título del libro; su madre adoptiva le dice “¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?”, dejando en claro que nunca podrían conciliar sus formas de ver la vida. La segunda parte, en que se produce un salto de 25 años que la autora –ella misma lo indica- no está lista para enfrentar en un escrito, muestra la búsqueda de su madre biológica, transparentando un sistema burocrático y frío, además de sus propios miedos ante la posibilidad de que la su madre la hubiera abandonado porque nunca la quiso: “¿Por qué se deshicieron de mí? Tenía que haber sido culpa de él porque yo no podía aceptar que fuera cosa de ella, tenía que creer que mi madre me quería. Eso era arriesgado. Eso podía ser una ilusión. Si me habían querido, ¿por qué ya no me querían seis semanas más tarde?” (212).

Cruzando todas estas experiencias, Winterson habla de su pasión por las letras, cómo la poesía la ayudó a pasar los momentos más difíciles, y cómo escribir era la única salida que ella encontró a una vida más bien miserable. De paso, da cuenta de la dura vida del norte de Inglaterra, del machismo, pero también de una generación obrera que podía citar a Shakespeare. Habla además de un perverso sistema anti mujeres en la universidad: “Oxford no era un pacto de silencio en lo que a las mujeres se refiere; era un pacto de ignorancia” (155). Y, sin embargo, había una creencia universitaria tan fuerte por el conocimiento, que ella y sus compañeras, podían aprovechar ese espacio. Nuevamente Winterson me sorprende reconociendo espacios allí donde pareciera no haberlos. A lo largo del texto es muy crítica con muchas cosas, especialmente con la Inglaterra capitalista que de mano de Margaret Thatcher desarmó un estado que creía que las personas venían primero; pero no lo hace desde un púlpito ni dando sermones, sino todo desde su experiencia, con soltura y fluidez (“No me daba cuentas de las consecuencias de privatizar la sociedad”, 154, dice luego de enumerar aquellos desastres y es imposible no pensar en Chile al mismo tiempo). Creo que hay una valentía en la manera de exponer su vida a través de las letras, con toda la ficción que aquello signifique, porque yo también creo en eso de que “toda narración de un yo es una forma de ficcionalidad” (Pozuelo Yvancos). En este caso, es una prosa conmovedora, que me hacía tiritar y emocionarme, y –aunque nuestras experiencias parecen tan distintas- sentirme identificada, con sus sentimientos, con su forma de escritura, con su amor por las letras.

¿Hay una escritura femenina o de mujeres? Qué difícil es plantear esta pregunta, porque muchas mujeres están en contra de esto, porque puede ser usado en nuestra contra, es decir, para poner a las mujeres en un segundo nivel, sin pasar nunca a ese círculo de hombres escritores que serían mejores, porque escriben “neutro”, como si eso fuera posible. Más bien, nos han acostumbrado a pensar que lo masculino es neutro, cuando simplemente es masculino. Ese fue el tema en mi tesis de Magíster, yo creo que sí existe una escritura que en realidad llamé “escritura de mujer feminizada” (gracias a Nelly Richard, entre otras autoras). No voy a profundizar mucho acerca de mi propuesta, pero ciertamente –desde mi perspectiva- la de Winterson lo es ese tipo de escritura: posicionada, tomando conciencia de su pasado y construyendo su presente desde ahí, y con todo su cuerpo, tanto así que esa herida devenida cicatriz está presente hasta la última página: “Toda mi vida he trabajado desde la herida. Curarla significaría poner fin a una identidad, la identidad definidora. Pero la herida curada no es la herida desaparecida; siempre habrá una cicatriz. Siempre se me podrá reconocer por mi cicatriz” (238).

Rimas

El poema "Osito, osito" junto al teddy bear de Tony.

El poema «Osito, osito» junto al teddy bear de Tony.

Ayer leía un artículo sobre Paul Auster y Siri Hustvedt, en el que Auster hablaba sobre sus primeras escrituras. Escribía poesía hasta que se dio cuenta –su idea, aunque parafraseada por mí- que la poesía imponía límites, por lo cual llegado cierto punto se seguía escribiendo lo mismo. Fue entonces que decidió dedicarse en forma exclusiva a la prosa. Por supuesto, después de eso –y a la larga – se convirtió en un escritor exitoso.

Para comenzar debo admitir que no soy lectora de Auster, menos de su poesía, ni tampoco soy detractora. Claramente cada uno elige el género, formato, modo en que desea escribir. Pero sí me sorprendió lo que decía, ver a la poesía como limitada, como un conjunto de palabras, imágenes, ideas, formas, que son finitas. Me asombró porque cuando pienso en poesía, imagino todo lo contrario: un universo inagotable. ¿De qué? De todo, de romper esquemas y de volver a escribir versos alejandrinos, de ser cotidiano o metafísico, de escribir de amor o de un día tedioso en la oficina. Por ese aspecto tan inconmensurable, es que en un principio me daba temor dedicarme al estudio de la poesía, y prefería dejarla para el placer de su lectura y de su declamación, porque hay que ver que es verdad eso de que el verso se completa cuando sale de la boca.

Hablando de esa cualidad oral de la poesía, anoche logré que Tony trajera pocos libros para la lectura usual antes de dormir. Claro que uno de ellos era 365 cuentos y rimas para niños, y si bien no leímos los 365, sí leímos un cuento sobre conejos y varios poemas pequeños. Tony le llama a ese libro “Osito, osito”, debido a que su texto favorito es un hermoso poema para irse a dormir. Y aunque él no recuerda los versos, sí recuerda su musicalidad, y recita osito, osito, inventando palabras, pero recordando el ritmo de cada verso. Así, los versos –las palabras- siempre cambian. La poesía no tiene nada de finito ni es limitante. Sí me parece que se le han achacado prejuicios, que es inalcanzable, que no cualquiera puede entenderla, que no cualquiera puede escribirla, apartándola de la vida cotidiana, cuando nace de ella. Al respecto me gusta –y me representa- lo que la escritora inglesa Jeanette Winterson dice en su texto autobiográfico:

[C]uando la gente dice que la poesía es un lujo, o una opción, o para las clases medias cultas, o que no se debería leer en el colegio porque es irrelevante, o cualquiera de esas extrañas tonterías que se dicen sobre la poesía y el lugar que ocupa en nuestras vidas, sospecho que a la gente que las dice le ha ido bastante bien. Una vida dura necesita un lenguaje duro, y eso es la poesía. Eso es lo que nos ofrece la literatura: un idioma suficientemente poderoso para contar cómo son las cosas.

No es un lugar donde esconderse. Es un lugar donde encontrar (49).

 

Querido diario…

querido_diario_01Cuando era niña, y creo que esto era especialmente cierto en Iquique, un regalo obligado en las fiestas de cumpleaños eran los diarios de vida. Los diarios y las cajas de música. Como la casa en que vivíamos en calle Baquedano era grande, se llenaba de amigos expertos en traer esos dos regalos. No recuerdo si los regalaba también cuando yo era la invitada. Cuando nos mudamos a Copiapó, los diarios de vida seguían siendo regalos vigentes, no así las cajas de música. Los tenía de los más diversos motivos, tamaños y algunos de hecho estaban repetidos. Cada entrada la titulaba “Querido Diario”, y la verdad es que escribía cosas más bien banales, cosas que hacía, más que pensamientos o sentimientos. Tampoco eran anécdotas apasionantes: no había aventuras ni jeans mágicos, solo la vida cotidiana. En el paso a la adolescencia tuve un diario que me encantaba, que no tenía llave, sino que era un grueso cuaderno en color pastel, que escribí desde la primera a la última página.

Con el paso de los años, la actividad escritural decayó, aunque siempre me han fascinado los diarios como formato y como objeto, razón por la cual he comprado varios a lo largo de los años. Esto ha incluido diarios de viaje, algunos más completos que otros, en los que sí ha habido aventuras y se han convertido también en una forma de descargarse de los malos ratos que algunos viajes han significado.

querido_diario_02Hace unos años atrás compré un hermoso everyday journal en Harrod’s, y traté de escribir ahí con alguna periodicidad. Lo estuve releyendo la semana pasada, por encima, al encontrarme con pasajes que no quería recordar, pero también con momentos excelentes. El texto se interrumpe en 2008: estaba casándome y en el segundo año de la Licenciatura en Estética, al mismo tiempo que trabajaba. Después todo sería una montaña rusa, con el nacimiento y crianza de Tony, la búsqueda de un hogar, y la maestría en Literatura. Todo ese tiempo intenso y maravilloso no quedó más que en mi memoria, y diría que en cientos de fotos y apuntes de clases.

No encontré por casualidad el diario, sino que lo busqué, ansiosa de volver a descargarme en palabras escritas. Hace una semana comenzamos la operación “quitarle los pañales a Tony” y ha sido intenso, porque él no ve la necesidad de dejar de usar pañales. Agotada, me puse a escribir de nuevo. Luego, dándole vueltas al asunto, me pareció que un blog también es una especie de diario de vida, uno que no busca que sus textos permanezcan en secreto, sino que los lea quien se interese. Debo decir que en la operación ha habido progresos, lo que hace que a los momentos de agraz se agreguen los de miel también. En cuanto al diario objeto, solo el tiempo dirá si pude dedicarme a él como me gustaría. Me propongo revisarlo a fin de año. Entonces veremos si se convierte en post.

Feliz aniversario, Lizzie Bennet

blog_oyp_01No recuerdo mucho acerca de la primera miniserie que vi basada en Orgullo y Prejuicio. No, no era la clásica con Jennifer Ehle y Colin Firth, sino una versión anterior. Lo que sí recuerdo es que fue la causante de que tiempo después fuera la dueña de una hermosa edición de tapa dura verde del libro de Jane Austen. Por supuesto, luego vi la versión famosa –en variadas oportunidades- y la más reciente adaptación cinematográfica con Keira Knightley, también en variadas ocasiones. Sin embargo, ninguna de esas adaptaciones se aproxima al placer de la lectura de Orgullo y Prejuicio.

Jane Austen es una de mis autoras de cabecera y Orgullo… es, sin duda, mi favorita, tanto así que cuando en clases de Literatura Comparada un profesor preguntó qué libro salvaríamos para la posteridad –o una pregunta muy similar a esa- yo la escogí sin dudarlo. Claramente para esta elección combiné factores que llamaría neutros, como la calidad de su prosa, la construcción de los personajes, el manejo de la tensión, etc.; y afectivos, por ser el primer libro de Austen que leí, y porque cada vez que formo en mi mente esas tapas verdes con letras doradas, siento una mezcla de placer y calma.

Pienso en los 200 años que cumple el libro, y me impresiona su escritura. Está claro que las condiciones de la mujer no son las mismas, pero un personaje como Lizzie Bennet, independiente y que se atreve a expresar su opinión, sigue vigente. Así será hasta que la igualdad de géneros sea más real, y una deje de cumplir todos los roles, en vez de elegir los roles que quiere cumplir, y además ser la que gana menos en la pega o que es mirada por los demás hombres en la mesa de reuniones para que se levante a servir el café a todos.

Por supuesto, Orgullo y Prejuicio tiene una historia de amor: la de Lizzie Bennet y Mr. Darcy. Pero también tiene un humor impecable, que hace que personajes como la señora Bennet sea soportable y también una situación de injusticia social y de género inesquivable: el hecho de que las hijas no puedan heredar a la muerte del padre y, en vez de eso, deban quedar a merced de la bondad del único heredero hombre, quien, de hecho, podía ser finalmente un pariente lejano. Así puede entenderse la desesperación de la madre de las cinco Bennet de casar a sus hijas, lo que se convertía en la única manera de asegurarles el futuro. Esta preocupación se encuentra también en otro texto maravilloso de Austen, Sensatez y Sentimientos, en el que efectivamente cuando el padre muere las mujeres (la madre y las tres hijas) deben buscar un lugar que puedan pagar cuando el heredero, hijo del primer matrimonio del padre, decida que cuando en su lecho de muerte el padre le pidió que no dejara desprotegida a su familia, en realidad, le estaba pidiendo que de vez en cuando viera cómo lo estaban pasando.

blog_oyp_02Austen utiliza el humor como una manera de incluir la crítica social en sus textos. Pienso en el personaje de Lizzie nuevamente, no solo es inteligente, sino mordaz, solo así puede rechazar la propuesta de matrimonio que le hace su primo el señor Collins, con la cual no solo salvaría su propio pellejo, sino el de toda la familia, después de todo, la herencia quedaría entre amigos. Es imposible no preguntarse si realmente había mujeres que podían darse el lujo de decir que no, como lo plantea su amiga Charlotte Lucas: siendo ya una carga para sus padres, no podía despreciar una oportunidad para llevar una vida decente. El humor de Austen no es inofensivo ni destinado a entretener a sus lectores. En el libro Laughing Feminism: Subversive Comedy in Frances Burney, Maria Edgeworth, and Jane Austen, la autora Audrey Bilger, muestra cómo los críticos trataron de bajarle el perfil al humor de Austen porque ante los lectores victorianos debía resguardarse todavía la feminidad de la mujer, claramente el humor no era indicado como parte del carácter de una mujer femenina. Sin embargo, estaba Austen y otro grupo de mujeres novelistas, que mostraban la opresión sexista a través del humor. Dice Bilger: “El humor feminista, entonces, codifica un mensaje importante sobre la relación de las mujeres con la ideología dominante. Incluso si las reglas para una conducta femenina apropiada requerían una modesta sumisión a la autoridad masculina, las mujeres que podían verse a sí mismas como ‘cuerpo lesionado’, como Austen califica a los novelistas en Northanger Abbey (37), podían también aprender a reír como un grupo frente a las imposiciones del poder masculino” (33).

Con esto del humor, se me vienen dos ideas a la mente. Primero es un libro de Austen escasamente conocido, pero que me resulta siempre entretenido de leer, Lady Susan, particularmente porque la protagonista Lady Susan no es una heroína, sino una de esos detestables personajes secundarios que andan maquinando en contra de los demás en sus otros libros: tomar a la malvada –como bien podría ser una Caroline Bingley- y convertirla en el centro, se inserta también en ese humor crítico y denunciante. La segunda idea es otro libro La muerte llega a Pemberley, escrito por P. D. James, quien interviene el mundo de Orgullo y Prejuicio con un asesinato, en que la misma Lizzie es sospechosa. James también sabe de humor, y no deja de ser atractivo ver cómo pinta a los personajes de Austen desde otro punto de vista, poniendo, incluso, en duda que Lizzie esté realmente enamorada de Darcy, como serían los comentarios maliciosos de los vecinos y conocidos, sino más bien de su acaudalada renta.

Finalmente, cómo no celebrar estos 200 años de Orgullo y Prejuicio releyendo el libro. Lo tengo listo para agarrarlo después de que termine Pemberley. Ah, y para fanáticos como yo, me encanta la película El Club de Lectura de Jane Austen, aunque no esté de acuerdo con todo lo que sus personajes opinen de mi libro de cabecera. Acabo de googlearlo y veo que el título de la película en castellano es Conociendo a Jane Austen, equivocadísimo, pero puede ayudar a algún interesado a buscarla.

PS: Mi edición de Orgullo y Prejuicio es de 1984 y al parecer no estaba todavía de moda en español, ya que es una versión en que Lizzie Bennet es Isabelita Bennet y su hermana se llama Juana. La leí por primera vez cuando tenía doce años y supongo que en ese entonces pesaba más lo divertido y la historia de amor.