Un año de reseñas en Publimetro

Pantallazo de la primera columna sobre Jeanette Winterson y su libro ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?

Pantallazo de la primera columna sobre Jeanette Winterson y su libro ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?

Hace poco más de un año recibí un mensaje en que me proponían tener una columna semanal de libros en el sitio web de Publimetro. Estaba recién comenzando el doctorado y con una formación de periodista en que trabajé durante años escribiendo notas diarias, la invitación me pareció un sueño. Allí podría dedicarme a la literatura y también escribir de forma periódica, acorde a mi formación. Este 22 de marzo se cumple un año desde mi primera reseña en el sitio web del diario.

Cuando comencé a escribir las reseñas no tenía un plan muy estructurado, salvo que no fueran académicas y que incorporaran una veta personal, si la lectura me había comprometido en lo personal, bueno, que se notara en la escritura. Mi primera columna fue sobre un libro que adoro: ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? De Jeanette Winterson. La segunda fue de un libro que terminé con dificultad, un texto pretencioso con un protagonista odioso y muy caricaturizado, pero que el autor consideraba, aparentemente, un genio. Era un libro aleccionador y que se tomaba demasiado en serio. Y a pesar de que consideré que era un mal libro y que le otorgué una reseña poco alentadora, quedé con un mal sabor de boca. Le di varias vueltas al asunto y me di cuenta de que no me había gustado ocupar ese espacio semanal en otorgar una mala crítica. No es que el libro no la mereciera, no se trata de eso. Pero pensé que si se lee poco y alguien puede sentirse motivado al llegar a una reseña mía, ¿no sería mejor que lo motivara a leer que a no leer?

Hace un tiempo leí una excelente nota al respecto. Dos críticas estadounidenses hablaban sobre el tema. Ambas concluían que debe haber buenas y malas críticas, pero me interesó en especial una que había llegado a mi misma conclusión en un momento de su actividad crítica: no quería malgastar el tiempo en libros que no lo merecían. Había cambiado de opinión luego, creo que después de leer un libro en particular, y había decidido hacer malas críticas también porque es parte de la labor. Yo concuerdo con ella y valoro que haya críticas buenas y malas, tal vez en el futuro decida volver a hacerlas si encuentro que un libro se lo merece.

Sin embargo, por el momento, he decidido escribir –al menos en la columna de Publimetro- solo sobre libros que encuentro buenos. Lo pongo en cursivas porque esto no quiere decir que todos sean obras maestras, aunque he leído varios que he encontrado excepcionales; pero sí que se trata de textos que he valorado por su prosa, la construcción de personajes, la trama, el manejo del suspenso, etc. Las razones pueden ser variadas.

Dicho eso, hago mi propia celebración de haber estado durante un año publicando semanalmente una columna (lo que quiere decir que he aumentado muchísimo la cantidad de libros que leo, ya que no todos acaban en la columna) y festejo también que sigo haciéndolo. De hecho, después de terminar de escribir este post, comenzaré a redactar mi próxima columna.


Para ver mi primera columna en Publimetro, hagan clic aquí.

Los interesados en revisar mis otras reseñas, pueden revisar el recuadro “Mi columna en Publimetro.cl” que se encuentra a la derecha en mi blog. Además en la pestaña “Críticas y Reseñas” que se encuentra arriba, pueden encontrar más material. Allí voy subiendo también las columnas que he publicado en el diario (su edición virtual) para que no se me pierdan. ¡Saludos!

Lecturas que me conquistaron durante 2013

recuento_2013_columnaEsta columna debería haber sido publicada en el sitio web del Publimetro el último viernes de 2013. Sin embargo, por esas cosas que tienen que ver con internet y periodismo, no vio la luz. Yo siempre me pregunto cuántas veces se puede insistir –sin parecer obsesiva- en que se les ha olvidado publicar la columna. Lo cierto es que a pesar de los recordatorios y de los “no te preocupes”, al final se les olvidó publicarla. Tiene que ver también, supongo, con el fin de año y el hecho de que mi contacto en Publimetro se fue a un nuevo trabajo y el nuevo, bueno, está habituándose, no lo sé. Pero como decidí que no quería seguir recordándolo, pero no quería perderla, aquí va la columna que debería haber aparecido el 27 de diciembre de 2013.

Cuando llega diciembre solemos ver en los medios listados que resumen el año. Muchas de esas listas pretenden mostrarnos “lo mejor” del año. No sé si eso es factible. Leyendo un libro a la semana para esta columna, todavía deja como lecturas pendientes muchas de las publicaciones que aparecieron este año. Pero sí pensé en que ya que hoy es el último viernes de 2013, podía recordar algunas de las lecturas que más satisfacciones me dejaron, ya bien porque se trataban de libros muy bien escritos o porque sus temáticas era interesantes. Lo importante de leer es disfrutar y no tanto leer siempre “el mejor” libro; a veces textos que parecen más bien simples también pueden darnos momentos inolvidables.

Leñador de Mike Wilson fue todo un descubrimiento este año. Por un lado, es un texto que no trata de acomodarse a nada. Ni en su formato, teniendo en cuenta su nutrido número de páginas, ni en su temática. No es común encontrarnos en el ambiente de los leñadores en el Yukón, de hecho, a priori eso parecería llevarnos a una historia del pasado, cuando el libro es todo o contrario; además de entregar delicadas visiones acerca de cuanto nos rodea.

Los libros de Mistral, y este año hubo varios: desde Poema de Chile a Caminando se siembra, pasando por Motivos de San Francisco. Cada poema o prosa nueva que aparece, como también cada viaje a leer esos textos supuestamente ya conocidos, es una experiencia completa: la belleza de las imágenes, su lucidez. Somos muchos los que pensamos que Mistral no es suficientemente leída y apreciada, porque es una escritora excepcional. Por eso es buena la cantidad y variedad de textos a través de los cuales podemos llegar a ella.

Los textos de crónicas me conquistaron también este año. A mano alzada de Germán Carrasco y Pequeña Biblioteca Nocturna de Óscar Hahn son dos imperdibles. Inteligentes, divertidos, muy bien escritos, abren nuestras mentes, además, a nuevos temas y autores. Son una invitación a seguir leyendo más allá de ellos.

En cuanto a novelas, por supuesto, estuvo Fuerzas Especiales de Diamela Eltit, un relato intenso y que nos ponía sin tapujos de cara a lo que es nuestro país hoy. En el otro espectro, los delicados relatos de Charles-Ferdinand Ramuz en Voces de la montaña con toda la distancia espacial y temporal con que fueron escritos, nos muestra que la literatura se mantiene viva dentro de sus páginas, esperando a que un lector la actualice con su lectura.

Finalmente, quiero mencionar a dos mujeres. Primero los hermosos cuentos de Alice Munro, quien este año ganó el Premio Nobel de Literatura. Mi vida querida, su último texto, fue publicado este año en español. La creación de personajes, el manejo de las historias, la aproximación que logra de lo cotidiano, muestran su maestría en el cuento. La otra mujer no publicó este año, sino que nos abandonó. Doris Lessing murió el 17 de noviembre pasado, pero dejó un extenso legado textual: cuentos, novelas, textos autobiográficos, solo hay que decidirse a abrir uno de ellos y lanzarse a la lectura.

Y ya que con el comienzo de un nuevo año, se suelen pedir deseos o hacer compromisos, tan solo puedo desear que haya muchas y muy buenas lecturas para todos.

Aniversario de la muerte de Neruda

pablo_nerudaAyer se cumplieron 40 años de la muerte de Pablo Neruda, y no solo se trata de un número especial, sino también de circunstancias particulares, ya que su cuerpo fue exhumado para averiguar las verdaderas causas de su muerte. El poeta sufría de cáncer cuando murió días después del golpe de Estado de 1973, pero ¿fue esa la razón de su deceso? Algunos testimonios señalan que podría haber sido asesinado. Eso es lo que se está averiguando.

Lo que sí sabemos es que, a pesar de ser un poeta genial y haber recibido el Premio Nobel de Literatura, se le consideraba peligroso, supongo que esa es la palabra. Su casa La Sebastiana no solo fue allanada en varias oportunidades, sino que los destrozos provocados llevaron a dejarla cerrada por muchos años. Además sus libros fueron prohibidos y quemados durante la dictadura de Pinochet. Sus obras también fueron prohibidas por la dictadura argentina que rigió entre 1976 y 1983.

Escribí una columna sobre Neruda, abordándolo a partir de ciertas obras, de ciertos versos que apareció ayer en el sitio web del Diario Publimetro. La titulé “40 años sin Neruda, brevísimo recuerdo de sus versos”, aunque apareció con el nombre de “Aniversario Muerte de Neruda”; yo le hubiera puesto la preposición faltante, pero así son los medios. Pueden leerla en este link, ya que la subiré al blog más adelante

Para saber más acerca de las investigaciones en torno a la muerte de Neruda, es interesante este artículo de El Ciudadano, en que se entrevista a Manuel Araya, asistente de Neruda.

Descubriendo autores: Charles-Ferdinand Ramuz

Voces de la montaña, de Charles-Ferdinand Ramuz

Voces de la montaña, de Charles-Ferdinand Ramuz

Hay algo hermoso con respecto a leer, y es que una puede tener sus escritores favoritos y también un corpus de autores que se reconocen fácilmente, aunque no sean de cabecera; pero siempre habrá nuevos nombres y títulos que aparecen y que nos conquistan o, por lo menos, nos abren otro nuevo mundo de lecturas, y eso, en realidad, no es menor.

Una fuente de procedencia de nuevas lecturas es mi papá. Está siempre buscando en las librerías y cuando ve un texto que le resulta atractivo por alguna razón, lo compra. Es un activo comprador y lector de libros. A mí también me gusta ir descubriendo lecturas y suelo explorar cuando se acerca un cumpleaños.

El nuevo nombre que estoy leyendo ahora es Charles-Ferdinand Ramuz (1878-1947), un escritor suizo, quien, a pesar de la urbanidad de su vida –vivió en Lausana y en París-, en sus textos prefería conectarse con el mundo no industrializado del campo y la montaña. Leí la primera historia del libro Voces de la montaña, traducido por Iván Salinas en una edición reciente de Chancacazo. Como objeto es atractivo, una pequeña edición, pero bien  cuidada, en que el uso tipográfico es un placer para ojos cansados por la miopía.

El cuento se titula “Los sirvientes” y tiene que ver no con empleados, sino con los pequeños duendecillos que se dice habitan en zonas más agrestes y a cambio de un poco de comida o abrigo, realizan ciertos favores a los dueños de casa. El tema me era familiar, ya que en el norte de Chile, de donde soy, especialmente en el interior, siempre se habla de estos sirvientes. Sin embargo, les tenía mucho temor, ya que si no son correspondidos, pasan de ser maldadosos a malvados. De más está decir que con esos recuerdos de infancia, temía llegar a la última página del cuento, especialmente porque su protagonista Chabloz está buscando todo el rato pleito con estos duendecillos, a pesar de las advertencias. La mirada de Ramuz, en todo caso, es más ingenua o bondadosa, lo agreste es más sabio finalmente.

Estas son algunas primeras aproximaciones al libro que estoy leyendo para mi columna de libros en Publimetro. Aprovecho de contarles que hoy apareció mi reseña de Disparen a la bandada, una texto entre personal, histórico y biográfico sobre los integrantes constitucionalistas de la Fuerza Aérea de Chile, Fach, que fueron detenidos, torturados y llevados a consejos de guerra fraudulentos después del golpe de Estado de 1973. Es un libro poderoso, muy duro y a ratos hermoso por la forma en que el autor, Fernando Villagrán, lleva el relato y se involucra en él.

Bruma de María Inés Zaldívar: cantos cotidianos

Bruma_maria_ines_zaldivar_500“Me enamora la manera / cómo partes el limón” (13), son los dos primeros versos del poemario Bruma de María Inés Zaldívar. Ese inicio muestra el tono de los poemas: por un lado apelan al amor y, por otro, están envueltos en una cotidianidad que es hermosa. Es en el día a día cuando experimentamos, sentimos; el amor entonces se vive en lo cotidiano, y eso es lo que encontramos en Bruma.

Están los recuerdos de unas “grandes manos / deslizándose por el teclado” (41), el canto de una noche de insomnio en que la hablante “da una vuelta en la cama, da dos” (25), y otra imagen del pasado, en que el amado es recordado comiendo tostadas crujientes con mantequilla y tomando un café negro. Cuando escribo, ya sea sobre literatura en la universidad o en esta columna, o cuando me dedico a mi blog, el componente cotidiano se me hace ineludible, porque en lo pequeño y lo íntimo se juega la vida y también la poesía, la que ¿acaso no nos ilumina acerca de nuestra propia existencia? Pienso en cuando tenía en mis manos Bruma y la leía sentada sobre mi cama, mientras mi hijo jugaba con sus autos a mi lado, y cómo la escena familiar y los versos han quedado entrelazados. Parafraseando el texto de María Inés, llego a la conclusión de que el amor se derrite tal como la mantequilla en las tostadas calientes, cubriendo cada aspecto, cada rincón, cada escondite de la vida.

El poemario se centra también en un personaje sobre el cual siempre doy vueltas, Penélope. La conocemos como aquella que teje y espera pacientemente el regreso de su esposo Ulises. La poeta toma a Penélope y la ubica en nuestros espacios cotidianos, incluso tratando de comprar un labial agotado. Al mismo tiempo instala una discusión: ¿cómo debe ser la espera de Penélope? Creo que la respuesta siempre debe ser la misma: como Penélope decida.

En estos poemas se ama esperando, se ama recordando, y también siguiendo adelante Por eso hay tanta vida en los versos, se siente el crujir de las tostadas, se saborea el café, se siente una espalda junto a mi espalda. Asimismo, la predilección por la brevedad en los textos, muchos de los cuales hacen pensar en haikus japoneses, contribuye al tono cercano e íntimo que logra el poemario.

Zaldívar, María Inés. Bruma. Santiago: Lolita Editores, 2012.

Esta reseña apareció originalmente en el sitio web del Diario Publimetro, donde tengo una columna de libros semanal.

Entrevista con Francisco Llancaqueo

Las dos primeras páginas de la entrevista.

Las dos primeras páginas de la entrevista.

No me había dado el tiempo de escribir una breve nota sobre la entrevista que le hice al peluquero Francisco Llancaqueo y que salió publicada en la revista Mujeres de Publimetro. La entrevista surgió a raíz de un texto autobiográfico que Llancaqueo publicó con la Editorial Catalonia, y que se llama De lo bueno mucho. Hice la entrevista un día lunes en el Le Fournil de Sánchez Fontecilla. Mi hijo Tony todavía estaba de vacaciones de invierno, así que después de la entrevista iríamos a pasear al centro y aprovechar de ver la exposición de fotos de Álvaro (pololo de mi hermana) a quien Tony cariñosamente llama Bayan (ha sido un acuerdo familiar que debe escribirse con B y no con V).

La entrevista se prolongó por más del tiempo que había presupuestado, y mi esposo y mi hijo tuvieron que esperarme en la Estación de Metro Tobalaba a que llegara. Ellos estaban entretenidos y yo iba feliz, porque tenía la certeza de que había sido una buena entrevista.

Cuando preparo una entrevista hago un largo listado de preguntas, sabiendo que muchas quedarán en el tintero porque los entrevistados no suelen disponer de mucho tiempo, lo que es, en parte, una pena, porque mientras más tiempo se conversa con alguien, mejor es el resultado, ya que se van dejando atrás las preguntas obligadas o empaquetadas y se puede profundizar más. Lo mejor, creo, es cuando las preguntas comienzan a ser dejadas de lado, y la entrevista se convierte en una conversación que fluye, especialmente si buscamos más bien un perfil que información a secas.

Después de esto, realicé un par de entrevistas más, que deberían salir próximamente, ya lo iré posteando. Por lo pronto, creo que debo poner en stand by la realización de entrevistas, porque estoy inmersa en unos intensos días de estudio, lectura y fichaje para mi doctorado; espero contar sobre eso más adelante.

Feo, de Armando Uribe: versos de espera

Portada de Feo, de Armando Uribe.

Portada de Feo, de Armando Uribe.

Proponerse escribir todos los días implica una constancia que llama mi atención. Yo misma, que suelo estar escribiendo, no logro enfocarme en uno solo tipo de escritura todos los días, como si se tratara de una meta que cumplir. En el  reciente poemario de Armando Uribe (1933), Feo, encontramos  más de cien poemas, que fueron escritos bajo ese propósito: cada día entre el 11 de mayo y el 11 de junio de 2010, Uribe escribía. En general, poemas breves de seis versos, muchas veces con rimas asonantes, y otras, versos libres.

Sabemos la progresión, porque los poemas están publicados cronológicamente, y aparecen fechados. Pero, ¿cuál es el propósito? ¿Debe haberlo? El autor nos dice en el prólogo que no se trata de un diario de vida y, sin embargo, el primer verso dice “Me leo en este libro abierto” (15). La lectura de este poemario me recordó Veneno de escorpión azul de Gonzalo Millán, cuyo subtítulo es “Diario de vida y de muerte”. Millán comenzó a escribir su diario poco después del diagnóstico de cáncer, por el que murió cuando tenía casi 60 años. Si bien es un diario, es también un poemario, intenso, emocionante: es, de hecho, un libro abierto en que lo leemos hasta poco antes de su muerte; leerlo, por ende, aunque hermoso literariamente, es difícil en términos personales.

Pensé en Millán constantemente, porque Feo, aunque no sea diario de vida propiamente tal, sí trata sobre la muerte, pero no esa imprevista y tremenda, sino una lenta, que llega con la vejez y que se hace esperar. ¿Hay un propósito, como preguntaba más arriba? Bueno, sería especular, pero el que cada poema esté numerado en forma correlativa, y que podamos ver el paso de un mes de vida con la muerte rondando en los versos del poeta, nos envuelve en su espera, nos involucra, haciéndonos sentir que “no morirse es el castigo” (170).

Feo gira en torno de la espera, la muerte, y también el escribir. Como lectores apenas podemos acceder a Armando Uribe, el hombre detrás de la voz lírica, sin embargo, su “vida manuscrita”, está ahí sin pretensiones más que las de compartir los momentos previos a “cuando la muerte llegue y se vaya la vida” (129). Como  sabemos que no podemos esquivar la muerte, la interrogante que queda es “¿Qué escribiremos en el Otro mundo?” (67). El hablante contesta que tal vez haya versos perfectos, pero yo destaco que la voz salga de su singularidad y nos incluya a todos en su pregunta. En la pregunta, en todo caso, no hay impaciencia, sino serenidad, como sucede a lo largo de la lectura de todo el poemario: aguardar con serenidad, revisando algunos pasajes de la vida, sí, pero sin caer en la desesperación, sino tratando de ver y decir las cosas tal cual son, en verso.

Uribe Arce, Armando. Feo. Santiago: LOM Ediciones, 2012.

Un dato

Para los que hayan quedado interesados, pueden bajar Veneno de escorpión azul desde el sitio de Memoria Chilena: http://www.memoriachilena.cl/temas/documento_detalle.asp?id=MC0050989

Esta reseña apareció originalmente en el sitio web del Diario Publimetro, donde tengo una columna de libros semanal.

Jeanette Winterson, escribir sus propias líneas

¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?, de Jeanette Winterson.

¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?, de Jeanette Winterson.

Cuando pienso en mi historia de lecturas, veo que tempranamente me interesaron tanto las biografías como las autobiografías. Después de leer El hobbit no seguí con El Señor de los Anillos, sino con una atractiva biografía sobre Tolkien escrita por Daniel Grotta. Y cuando ya me había devorado los siete libros de las Crónicas de Narnia –y seguramente otros de los libros de C. S. Lewis también- me alegré cuando publicaron en castellano Sorprendido por la Alegría, un texto autobiográfico de Lewis. Por eso ya a priori estaba interesada en ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?, de la escritora inglesa Jeanette Winterson. Y no es por simple curiosidad, sino porque me atrae conocer las circunstancias que moldean a un escritor cuya prosa o poesía me gusta; mejor aun si esa misma prosa es la que relata recuerdos y anécdotas, dramas y alegrías.

En el libro de Jeanette Winterson hay dramas ciertamente: además de ser adoptada, creció en una familia pobre del frío norte de Inglaterra, con una madre más fría que el clima y fanática religiosa que la castigaba dejándola fuera de casa en la noche. También hay alegrías, porque lo que la autora plantea en su historia de vida –en la que elige qué contar y cómo hacerlo- es que ella prefiere ser feliz que ser normal. No quiere una vida amargada en un molde que no le corresponde, sino abrazar su identidad, aunque esté llena de heridas y cicatrices desde sus seis semanas de vida, cuando su madre decidió que no podía cuidarla y la dio en adopción. Las heridas son importantes, porque ser feliz no es un estado, sino una búsqueda que no tiene fin.

A pesar de los contratiempos y una infancia/adolescencia que podría haber sido castradora, Winterson se transformó en una escritora. Es poco conocida aquí, en Chile, pero en Inglaterra es de primera línea, de una generación de autores como Martin Amis (Dinero). Supo dar vuelta las cosas con convicción. Lo expresa de la siguiente manera: “Me costó bastante darme cuenta de que existen dos tipos de escritura; la que tú escribes y la que te escribe a ti. La que te escribe a ti es peligrosa. Vas a donde no querías ir. Miras donde no querías mirar” (63). Así que Winterson optó por escribir sus propias líneas: en su vida y en sus textos.

¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? es un libro apasionante. Yo sé que a mí me apasionó: muchas veces es emocionante hasta las lágrimas, y también da risa, y otras da rabia, mucha rabia. La escritura de Winterson nos solo nos lleva a través de su vida, sino que nos involucra. Me gusta mucho el siguiente párrafo: “Cuando somos objetivos también somos subjetivos. Cuando somos neutrales, nos implicamos. Cuando decimos ‘creo que’, no dejamos nuestras emociones al otro lado de la puerta. Pedirle a alguien que no sea emotivo es como pedirle que esté muerto” (225). Yo estoy convencida de que escribir nos involucra de cuerpo entero, pero también leer; y mientras nos identificamos –o todo lo contrario- con un personaje o un texto, lo volvemos personal, parte de nuestra historia también.

 

Winterson, Jeanette. ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? Barcelona: Lumen, 2012.

 

Algunos datos extras

Encontré un link interesante para revisar, una entrevista a la autora en el sitio de Barnes and Nobles.

Y sobre otros escritos de Winterson, su primera novela fue Fruta Prohibida, publicada originalmente en 1985. Con ella ganó el prestigioso premio Whitbread y desde entonces ha publicado novelas, ensayos y libros para niños. Además de su último texto, aquí reseñado, encontré en la librería antártica, La carga, publicado en inglés en 2005 con el título de Weight. Yo iré en busca de ese libro.

Esta reseña apareció originalmente en el sitio web del Diario Publimetro, donde tengo una columna de libros semanal.

Vacaciones de invierno

La ilustración de El cristal con que se mira, coloreada por Tony

La ilustración de El cristal con que se mira, coloreada por Tony

El viernes, por primera vez en su vida, mi hijo Tony salió de vacaciones de invierno. Yo he tratado de explicarle qué significa, ya que temo que después de tantos días de quedarse en casa, piense que no es necesario volver al jardín infantil. Supongo que solo me queda esperar y ver, y tratar de que estas dos semanas que tenemos por delante nuestra rutina diaria no se desbande… demasiado.

Se me ocurrió escribir mi más reciente columna de libros en Publimetro, con un par de recomendaciones de textos (clic aquí para leer la reseña). La primera fue una recomendación literaria, un hermoso y breve texto de María Baranda (Marte y las princesas voladoras), publicado por Fondo de Cultura Económica. El día que ese libro llegó a casa, Tony estaba emocionado. La verdad es que siempre lo emociona abrir los paquetes con libros, aunque no tengan ilustraciones.

Además del libro de Baranda, venía El cristal con que se mira de Alicia Molina. En realidad fue este último libro el que más le gustó. Lo revisó y al descubrir las ilustraciones en blanco y negro, decidió que había que pintarlas. Fue corriendo a buscar su estuche con lápices pastel –que solía ser MI estuche con lápices pastel-, buscó un dibujo y lo pintó. Me dio mucho gusto, porque él suele esquivar ese tipo de actividades, se molesta porque traspasa las líneas o porque el círculo que quiere hacer no es perfecto. Así que verlo tomar los lápices y colorear con tanto agrado fue un placer para todos.

Reseñé el libro de Baranda, pero todavía no me he concentrado en el de Alicia Molina, ya que he estado repasando otras lecturas, tanto para la columna como para el doctorado. Las horas del día suelen hacerse escasas para todo lo que debo y quiero leer. A esto debo agregar los ratos de lectura con Tony. Anoche decidió que leyéramos algunos de sus favoritos: Cómo atrapar una estrella, Perdido y encontrado, My first London Bus. Yo solo quería que leyéramos algunas poesías de una recopilación preciosa titulada Mice are nice, con versos de Christina Rossetti y A. A. Milne, entre otros. No es poco trabajo, ya que debo traducirlos para él, y ciertamente no es sencillo traducir poesía; los leemos de todas maneras en inglés, porque no hay como el ritmo que se va tejiendo entre verso y verso.

Tony va al jardín infantil en una linda parcela en pleno cerro, por lo cual hace bastante ejercicio. Esperemos que las idas a la plaza ayuden a compensarlo. ¡Felices vacaciones!

Los libros no terminan

El libro abierto es, de hecho, Leñador.

El libro abierto es, de hecho, Leñador.

El viernes pasado apareció en la revista digital 60 Watts (dedicada a la literatura), una reseña que escribí sobre el libro de Mike Wilson Leñador (¡pueden leer la reseña aquí!). No era la primera vez que escribía sobre esta novela publicada por un profesor del departamento de Literatura UC; también la había reseñado para Publimetro, en mi columna habitual de los viernes (o de los lunes cuando se les pasa subirla).

Aunque ambas reseñas tienen algunos puntos en común, como cuando me refiero a la estructura del libro –después de todo eso es algo que no cambia-, las centré en aspectos distintos e incluí citas diferentes también. Creo que lo fascinante de la lectura es que los libros nunca terminan y las lecturas que hagamos de ellos se van transformando, expandiendo: siempre hay algo nuevo o diferente que decir, algo que quedó en el tintero. Además en el caso de las reseñas, como crítica literaria pienso también en los distintos lectores: un público amplio en Publimetro, que seguramente ingresa al sitio web por sus aspectos noticiosos y descubre que hay una columna de libros; y uno específico en 60 Watts que busca específicamente leer sobre literatura.

Personalmente también es un desafío hacer más de un escrito sobre un mismo libro, porque me implica revisar mis apuntes, ir de nuevo sobre las citas marcadas, y descubrir tal vez una nueva mirada, un detalle que antes había pasado por alto. Como ven, no es solo un desafío, también es un placer.