Narrativas de infancia

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¿De dónde surgió mi interés por las narrativas de infancia? Creo que fue una convergencia de distintas cosas: el amor por los libros para niños, la lectura de ciertos libros protagonizados por niños, una invitación a presentar una ponencia en Viena. Cuando realicé mi pregrado en Estética, me enamoré del libro Visiones de infancia de María Flora Yáñez, en que la autora recuerda sus días como niña en el Chile de comienzos del siglo XX. Incluso, cuando me ponía a escribir cuentos, solía centrarme en personajes en su infancia. Una convergencia que hoy me tiene preparando mi proyecto de tesis de doctorado en este tema. En ese contexto, la próxima semana participaré en las Jornadas En el País de Nunca Jamás: narrativas de infancia en el Cono Sur, organizado por las académicas Lorena Amaro, Francisca Lange y Ghislaine Arecheta.

El objetivo de las jornadas es reflexionar sobre la infancia como figura de fracturas y discutir en torno a producciones que se preguntan por el pasado y van construyendo así nuestra memoria colectiva. El evento tendrá algunas conferencias destacadas, a cargo de Leonor Arfuch y Nora Domínguez. Asimismo habrá paneles y mesas de ponencias. En el panel que cerrará las jornadas, por ejemplo, participarán los escritores Alejandro Zambra y Alejandra Costamagna y la directora de cine Macarena Aguiló, con la moderación de Oscar Contardo. En cuanto a las mesas, las temáticas son: El niño en la literatura y las artes de la primera mitad del siglo XX (aquí participo yo); Inscripciones de la memoria infantil en el cine y la literatura chilenas; Otras lenguas, otras experiencias: exilio y límite en las narrativas de infancia; e Infancia, historia y literatura: nuevas perspectivas. Además habrá una nuestra de cortometrajes chilenos sobre la infancia en dictadura.

Las jornadas se realizarán los días 2 y 3 de octubre en el Auditorio 2, segundo piso, del Centro de Extensión UC (Alameda 640). Las actividades se extenderán entre las 10 de la mañana y las ocho de la tarde. En cuanto a mi ponencia, se enmarca dentro de mi investigación de doctorado y se titula: «María Flora Yáñez y sus espacios tomados de infancia».

Programa

Miércoles 2 de octubre

10:00 Conferencia de Leonor Arfuch, Facultad de Ciencias Sociales e Instituto Gino Germani, Universidad de Buenos Aires: “(Auto)figuraciones de infancia”.

11:20 a 13:00 Panel: Literatura, política, infancia: algunas miradas desde Chile
-Andrea Jeftanovic (escritora y académica Universidad de Santiago de Chile)
-Rodrigo Cánovas (Letras, Pontificia Universidad Católica de Chile)
-Francisca Lange (Instituto de Estética, Pontificia Universidad Católica de Chile – Universidad Finis Terrae)
-Lorena Amaro (Instituto de Estética, Pontificia Universidad Católica de Chile)
Modera: Rubí Carreño (Letras, Pontificia Universidad Católica de Chile)

15 a 16:15 Mesa: El niño en la literatura y las artes de la primera mitad del siglo XX
– María Elena Muñoz (Universidad de Chile): La figura del niño en la pintura del cambio de siglo
– Antonia Viu (Universidad Adolfo Ibáñez): Infancia y lectura en novelas chilenas de mediados del siglo XX
– Alida Mayne-Nicholls (Letras, Pontificia Universidad Católica de Chile): María Flora Yáñez y sus espacios tomados de infancia
Modera: Constanza Robles (Instituto de Estética, Pontificia Universidad Católica de Chile)

16:35 a 18:15 Mesa: Inscripciones de la memoria infantil en el cine y la literatura chilenos
– Ignacio Álvarez (Universidad Alberto Hurtado): “Vuelven los padres: niños, historia y autoridad en la narrativa chilena reciente”
– Catalina Forttes (Pontificia Universidad Católica de Valparaíso): Solos en casa: el abandono y la soledad en Las películas de mi vida, de Alberto Fuguet y Verano robado, de María José Viera-Gallo.
– Macarena Urzúa (Universidad Finis Terrae, Fondecyt): Desde mi ventana: el desierto en los ojos de la infancia. De jueves a domingo, de Dominga Sotomayor
Modera: Francisca Lange (Instituto de Estética, Pontificia Universidad Católica de Chile – Universidad Finis Terrae)

18:30 a 20:00 Muestra de cortometrajes chilenos “de segunda generación” (narrativas visuales de la infancia en dictadura). Presenta y modera: Pablo Corro, Instituto de Estética, Pontificia Universidad Católica de Chile
– “Topo Gigio is Dead”, de David Miranda Hardy
– “Adiós General”, de Luis Briceño
– “Partir”, de Cecilia Otero

Jueves 3 de octubre

10:00 Conferencia de Nora Domínguez, Instituto interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE), ILH, Universidad de Buenos Aires: “La muerte del niño-a: límite e insistencia de la literatura argentina».

11:20 a 13:00 Mesa: Otras lenguas, otras experiencias: exilio y límite en las narrativas de infancia
– Iván Pinto (Instituto de Estética, Pontificia Universidad Católica de Chile – Revista laFuga): Exilio e infancia en Eran unos que venían de Chile, de Claudio Sapiain
– Pablo Corro (Instituto de Estética, Pontificia Universidad Católica de Chile): Los niños, el límite y el tesoro en la cinematografía latinoamericana
– Catalina Donoso Pinto (ICEI, Universidad de Chile): Aproximaciones a la infancia como experiencia en el cine y la novela chilenos contemporáneos
– Valeria de los Ríos (Instituto de Estética, Pontificia Universidad Católica de Chile): Infancia en el cine de Raúl Ruiz
Modera: Román Domínguez (Instituto de Estética, Pontificia Universidad Católica de Chile)

15:00 a 16:45 Mesa: Infancia, historia y literatura. Nuevas perspectivas.
– Claudia Darrigrandi (Universidad Adolfo Ibáñez, Fondecyt): Las masas por sí mismas: performance tribal en El Río,de Alfredo Gómez Morel
– Nicolás Román (CECLA, Universidad de Chile): Imágenes quebradas en transformación: niños en música y cine en la década de los ‘70 y los ‘80.
– Ghislaine Arecheta (Instituto de Estética, Pontificia Universidad Católica de Chile): El rincón de los niños. Sobre el recuerdo fugitivo y el exhibicionismo historiográfico.
– María José González (Fundación Había Una Vez): Literatura infantil chilena y dictadura: ¿un silencio elocuente?
Modera: Lorena Amaro (Instituto de Estética, Pontificia Universidad Católica de Chile)

17:00 a 18:30 Mesa: Escrituras y transgresiones de infancia.
– Marcela Hurtado (Escuela de Artes Visuales, Universidad Austral de Chile): Deseo velado. El cuerpo de la infancia
– Claudio Guerrero (Pontificia Universidad Católica de Valparaíso): Escribir la infancia. Sujeto y memoria
– Constanza Vergara (Universidad Alberto Hurtado): El narrador de la familia. Transmisión y escritura personal en Una vez Argentina, de Andrés Neuman
– María José Punte (Universidad Católica de Argentina): El arte de los taoístas consumados: la creación de mundos de fantasía en la novela argentina reciente
Modera: Ghislaine Arecheta (Pontificia Universidad Católica de Chile – Universidad Finis Terrae)

18:30 – 20:00 Panel: La mirada de los hijos
-Alejandro Zambra (escritor, académico Universidad Diego Portales)
-Alejandra Costamagna (escritora, becaria CONICYT)
-Macarena Aguiló (directora de cine)
Modera: Oscar Contardo (periodista, editor de Volver a los 17, Planeta, 2013)

 

El descubrimiento de la pintura: descubriendo el relato

El descubrimiento de la pintura, de Jorge Edwards.

El descubrimiento de la pintura, de Jorge Edwards.

El descubrimiento de la pintura es un libro breve, apenas sobre las 150 páginas, de ágil y entretenida lectura. No puedo evitar que Persona non grata, el primer libro que leí de Jorge Edwards, venga a mi mente, porque es justamente lo contrario. Me parece que hay un estigma en esa primera lectura, tal vez porque lo leí asociado a un curso de actualidad periodística y no de literatura, y tal vez porque acababa de leer El jardín de al lado, uno de mis favoritos de José Donoso. No sabía bien qué esperar de El descubrimiento… cuando lo tomé en mis manos, pero creo que esas es una de las mejores formas de acercarse a una lectura: no esperar nada en concreto y sorprenderse con lo encontrado.

En este caso, se trata de un texto que juega con la idea de lo biográfico. El narrador –que bien podría ser el propio Edwards- nos relata la historia de Jorge Rengifo Mira, Rengifonfo, un primo de su madre, que trabajaba con cerraduras en la semana y el fin de semana desplegaba su alma melómana y, además, se dedicaba a pintar. Partía en micro a los extramuros de Santiago, que, en aquella época, era La Reina, y pintaba, pero sin descubrir todavía la pintura. Así como aquellos que quieren dedicarse a escribir, pero sin haber leído a otros autores, Rengifonfo cree en pintar sin haber contemplado antes la pintura. El relato que hace el narrador es, sin dudas, entretenido, honesto, incluso cariñoso con este familiar al que todos prefieren ningunear, porque es torpe, porque se cree pintor, porque circulan rumores sobre él. El narrador que construye Edwards es un tanto inseguro. Cuando quiere relatar algo, lo cuenta y lo repite, como tratando de justificarse –él y sus opiniones- diciendo las mismas cosas de una y otra manera; o bien añadiendo más y más detalles: “Ya que hablamos de omnisciencia, puedo afirmar que supe de Jorge Rengifo Mira desde tiempos inmemoriales, desde mi infancia más remota, e incluso desde antes de nacer, por raro que esto pueda parecerles” (19). Jugará también con esa idea de omnisciencia, a veces tratando de adivinar lo que Rengifonfo habría pensado o de lleno imaginando situaciones completas.

Se justifica lo anterior, porque, aunque se trata de la historia de Rengifonfo y el descubrimiento que hace de la pintura –porque, sí, la descubre, y diciendo eso no se mata la lectura del libro-, lo que atrae es la construcción verbal que hace el narrador, y cómo él se vincula a esa historia tal vez por cariño o incluso por una cierta admiración a este primo lejano: son los recuerdos del narrador –con toda su imaginación volcada sobre ellos- y no una historia fría y tratada desde la distancia. Tal vez lo más atractivo del libro sea cómo, de hecho, se rompe la distancia y se presenta un texto cercano, escrito por alguien cercano, a uno y a Rengifonfo.

Edwards, Jorge. El descubrimiento de la pintura. Santiago: Lumen, 2013.

Esta reseña apareció originalmente en el sitio web del Diario Publimetro, donde tengo una columna de libros semanal.

Aniversario de la muerte de Neruda

pablo_nerudaAyer se cumplieron 40 años de la muerte de Pablo Neruda, y no solo se trata de un número especial, sino también de circunstancias particulares, ya que su cuerpo fue exhumado para averiguar las verdaderas causas de su muerte. El poeta sufría de cáncer cuando murió días después del golpe de Estado de 1973, pero ¿fue esa la razón de su deceso? Algunos testimonios señalan que podría haber sido asesinado. Eso es lo que se está averiguando.

Lo que sí sabemos es que, a pesar de ser un poeta genial y haber recibido el Premio Nobel de Literatura, se le consideraba peligroso, supongo que esa es la palabra. Su casa La Sebastiana no solo fue allanada en varias oportunidades, sino que los destrozos provocados llevaron a dejarla cerrada por muchos años. Además sus libros fueron prohibidos y quemados durante la dictadura de Pinochet. Sus obras también fueron prohibidas por la dictadura argentina que rigió entre 1976 y 1983.

Escribí una columna sobre Neruda, abordándolo a partir de ciertas obras, de ciertos versos que apareció ayer en el sitio web del Diario Publimetro. La titulé “40 años sin Neruda, brevísimo recuerdo de sus versos”, aunque apareció con el nombre de “Aniversario Muerte de Neruda”; yo le hubiera puesto la preposición faltante, pero así son los medios. Pueden leerla en este link, ya que la subiré al blog más adelante

Para saber más acerca de las investigaciones en torno a la muerte de Neruda, es interesante este artículo de El Ciudadano, en que se entrevista a Manuel Araya, asistente de Neruda.

Leñador, apagando las voces

Leñador, de Mike Wilson

Leñador, de Mike Wilson

No todos los libros se leen de la misma manera, sino que tienen distintos… ritmos de lectura, así lo llamaría. Recuerdo que tardé mucho tiempo en leer la última parte de Expiación de Ian McEwan, porque, intuyendo que las cosas no podrían salir bien, no quería llegar a esa parte del libro en que todo queda escrito y ya no hay esperanzas de que el autor hubiera ideado otro final. De la misma forma, hay libros que devoro en una tarde, que no puedo soltar hasta que he llegado a la última página.

Leñador de Mike Wilson, en tanto, es un libro compañero, es decir, que acompaña durante muchas tardes o noches, porque no busca apurar, sino disfrutar de una lectura sin prisas. Creo que tiene que ver con el ritmo del protagonista, ese personaje que ha abandonado su antiguo hogar en el sur de América del Sur, y ha encontrado un lugar en donde comenzar de nuevo en el Yukón, convertido en leñador.

La novela está configurada a través de dos discursos que se intercalan. Primero la voz personal del protagonista, que en pocos párrafos cada vez va deslizando muy poca información concreta sobre sí mismo, aunque sí va desnudando el deseo de lograr una calma que no podía alcanzar en su tierra natal. Tal vez tiene que ver con ese hecho que conocemos desde las primeras líneas: “Combatí en una guerra, hace décadas en un archipiélago, y combatí en el cuadrilátero, hace años en las noches de la ciudad. Fracasé en las islas y en el ring” (11). Lo abandona todo y termina conviviendo con los leñadores en una vida que es dura y de la cual no sabe nada, por lo cual es necesario aprender. Y ese aprendizaje es el otro discurso, que se nos va entregando en un formato similar a las entradas de un diccionario enciclopédico. Por ejemplo, la primera entrada es “Hacha”, en que el protagonista en varias páginas habla de cómo es confeccionada, sus partes, su uso y mantenimiento. De hecho, son estas entradas las más extendidas, mientras que el relato personal es breve y cuidado. Lo interesante es que esas entradas no son una escritura enciclopédica fría, sino que en ellas también se deslizan historias y puntos de vista del leñador, que nos enseñan no solo lo que es un  hacha, una conserva o la muerte en el Yukón, sino que también nos acercan a una forma de vida lejana, quitándole la cubierta estereotipada.

Pero también esta estructura nos habla del protagonista, porque esa no es solo su forma de aprender, sino también de lograr la calma, de volver a respirar sin angustia. Pienso en dos citas al respecto. La primera es “Los hombres del campamento no son de preguntarse cosas. Ellos viven, no piensan en vivir” (95). La siguientes es un pasaje en que el protagonista relata cómo observaba a unas hormigas rojas subir por la corteza negra de un pino: “Me detuve ahí, mis ojos escalaban con las hormigas […] Sentí envidia” (60-1). Las hormigas, los hombres que viven, nos hablan del fluir, dejar que las cosas sigan su curso, que fluyan de forma natural, en vez de detenerlas a la fuerza en el pensamiento. Volverá sobre esa idea varias páginas después: “La nieve, cuando cae flotando, me calma. La lluvia, las llamas de una fogata, una fila de hormigas, el viento y el golpe seco y rítmico de un hacha” (197). Él no puede incluirla, pero también se apagan las voces inquietas de la cabeza y se logra calma con la lectura de su relato, el enciclopédico y el personal, porque, en realidad, todo es personal en esta búsqueda de paz. Por eso, además, es un libro compañero.

Wilson, Mike. Leñador. Santiago: Orjikh Editores, 2013.

Esta reseña apareció originalmente en el sitio web del Diario Publimetro, donde tengo una columna de libros semanal.

A propósito del 18

Este es el farol de papel que pusimos en la puerta del departamento, aquí gozando de un poco de frío matinal.

Este es el farol de papel que pusimos en la puerta del departamento, aquí gozando de un poco de frío matinal.

En un principio no tenía pensado escribir, debido a que esta semana se presentaba con largos días de asueto. En realidad ha sido agradable no tener que escuchar el despertador a las 6.30 de la mañana. Es un quiebre de la rutina, el trabajo, de lo que cotidianamente hacemos y eso es bueno. Me recuerdan las clases de Fidel Sepúlveda y cómo estas pausas que las fiestas masivas suponen son necesarias para seguir adelante con la vida diaria.

Estas fechas además suponen cierto desafío, cómo celebrarlas sin caer en los chovinismos que se enseñaron durante tantos años en los colegios, a propósito de la dictadura que en términos culturales intentó crear una identidad chilena de postal, en que impuso un baile nacional por decreto y estableció ciertos grupos musicales como paradigmas folklóricos y tradicionales. A mí, de hecho, me gusta bailar cueca, pero nada de esas tonadas con olor a autoritarismo; tampoco me gusta que se la imponga, nada más terrible que esas quejas de corte anual sobre que nuestras fondas tocan más cumbia que nada, como si las celebraciones tuvieran que tener solo ritmo de cueca; no tiene sentido. Por otro lado, la cueca no solo puede ser hermosa, sino también un instrumento de protesta y de reflexión, como la cueca sola que el conjunto folklórico de la Agrupación de Detenidos Desaparecidos mostró por primera vez en 1978.

Hace pocos días se cumplieron 40 años del golpe de Estado, y estaba pensando en eso y en el 18, mientras hojeaba Caminando se siembra, una selección de prosas inéditas de Gabriela Mistral que Luis Vargas Saavedra editó este año bajo el sello Lumen. Incluye varios textos sobre Chile, y en uno de ellos dice:

“El escudo nuestro, si ustedes lo conocen, tiene dos signos muy opuestos: tiene un gran cóndor y tiene un huemul. El huemul es una especie de venado medio desaparecido del territorio. Estos dos signos son muy opuestos. El cóndor es un ave de presa, de garra, tiene un ojo tan frío y tan duro que yo sé que se van a escandalizar con semejante ocurrencia, que para mí, dentro de mí, está emparentado demasiado con las águilas de Europa y, sobre todo, con las águilas de Alemania… El huemul, en cambio, es un animalito pequeño, lleno de gracia, que vive gracias a sus mañas, a escaparse siempre a tiempo en sitio de peligro en la Cordillera. Una vez escribí un artículo sobre nuestro escudo en el que dije que nosotros teníamos demasiado de cóndor y muy poco de huemul” (44-45).

Las palabras anteriores son parte de una conferencia que Mistral dio en 1938 en Montevideo, y qué sabias sus palabras en torno a Alemania, un año antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial. El artículo que menciona ella es una preciosura, además, y sobre aquel yo escribí años atrás mi primera ponencia, y es muy despierto en cuanto a la forma en que educamos a nuestros hijos y a nosotros mismos también. Creo que junto con celebrar hay que penar un poco también, no solo en qué país hemos sido, sino en que país queremos ser.

Descubriendo autores: Charles-Ferdinand Ramuz

Voces de la montaña, de Charles-Ferdinand Ramuz

Voces de la montaña, de Charles-Ferdinand Ramuz

Hay algo hermoso con respecto a leer, y es que una puede tener sus escritores favoritos y también un corpus de autores que se reconocen fácilmente, aunque no sean de cabecera; pero siempre habrá nuevos nombres y títulos que aparecen y que nos conquistan o, por lo menos, nos abren otro nuevo mundo de lecturas, y eso, en realidad, no es menor.

Una fuente de procedencia de nuevas lecturas es mi papá. Está siempre buscando en las librerías y cuando ve un texto que le resulta atractivo por alguna razón, lo compra. Es un activo comprador y lector de libros. A mí también me gusta ir descubriendo lecturas y suelo explorar cuando se acerca un cumpleaños.

El nuevo nombre que estoy leyendo ahora es Charles-Ferdinand Ramuz (1878-1947), un escritor suizo, quien, a pesar de la urbanidad de su vida –vivió en Lausana y en París-, en sus textos prefería conectarse con el mundo no industrializado del campo y la montaña. Leí la primera historia del libro Voces de la montaña, traducido por Iván Salinas en una edición reciente de Chancacazo. Como objeto es atractivo, una pequeña edición, pero bien  cuidada, en que el uso tipográfico es un placer para ojos cansados por la miopía.

El cuento se titula “Los sirvientes” y tiene que ver no con empleados, sino con los pequeños duendecillos que se dice habitan en zonas más agrestes y a cambio de un poco de comida o abrigo, realizan ciertos favores a los dueños de casa. El tema me era familiar, ya que en el norte de Chile, de donde soy, especialmente en el interior, siempre se habla de estos sirvientes. Sin embargo, les tenía mucho temor, ya que si no son correspondidos, pasan de ser maldadosos a malvados. De más está decir que con esos recuerdos de infancia, temía llegar a la última página del cuento, especialmente porque su protagonista Chabloz está buscando todo el rato pleito con estos duendecillos, a pesar de las advertencias. La mirada de Ramuz, en todo caso, es más ingenua o bondadosa, lo agreste es más sabio finalmente.

Estas son algunas primeras aproximaciones al libro que estoy leyendo para mi columna de libros en Publimetro. Aprovecho de contarles que hoy apareció mi reseña de Disparen a la bandada, una texto entre personal, histórico y biográfico sobre los integrantes constitucionalistas de la Fuerza Aérea de Chile, Fach, que fueron detenidos, torturados y llevados a consejos de guerra fraudulentos después del golpe de Estado de 1973. Es un libro poderoso, muy duro y a ratos hermoso por la forma en que el autor, Fernando Villagrán, lleva el relato y se involucra en él.

Libros ilustrados: leyendo El Misterioso Caso del Oso

La portada de El misterioso caso del oso, de Oliver Jeffers.

La portada de El misterioso caso del oso, de Oliver Jeffers.

A mi hijo Tony le encantan sus cuentos. Parte de la diversión de cada noche es correr a su dormitorio y elegir uno (en general, dos) de su estante para leer en la cama antes de dormir. A veces, incluso, decide incluir una lectura a la hora del desayuno, como hoy en que no se resistió a que leyéramos de nuevo El cuento de los conejtos Pelusa de Beatrix Potter. Gracias a ese cuento ha aprendido que soporífero quiere decir que da mucho sueño, y además adora saltar de aquí para allá diciendo que él es uno de los conejitos Pelusa.

Las últimas dos semanas Tony ha estado obsesionado con uno de sus libros de Oliver Jeffers: El misterioso caso del oso. Jeffers es un favorito, durante meses cada noche leímos Cómo atrapar una estrella y Perdido y encontrado. Son excelentes. En términos estéticos, las ilustraciones y diseño de los libros son hermosos y cautivantes. Me encantan los animales de piernitas flacas que aparecen en El misterioso caso…y también que cada pequeño detalle cuente. Tony nota algo distinto cada vez que lo leemos, como un avión de papel que antes no había visto en una de las esquinas de un dibujo.

El libro relata un misterio del que uno conoce la solución en la primera página: alguien está cortando las ramas de los árboles sin permiso. Sabemos desde el comienzo quién es, aunque el resto de los habitantes del bosque necesiten todavía averiguarlo. El verdadero misterio es por qué el oso necesita tanta madera.

La escena del alce-testigo que le gusta a Tony. Se puede ver la pequeña nube de vapor que sale de la boca del alce.

La escena del alce-testigo que le gusta a Tony. Se puede ver la pequeña nube de vapor que sale de la boca del alce.

En términos literarios, libros como este también son excepcionales, porque no buscan disminuir a los pequeños lectores, sino hablarles de igual a igual. Al principio me preocupaba cómo recibiría Tony, quien todavía no cumple los cuatro años, este libro con palabras como pesquisa, coartada o evidencia. Pero no se hace problemas, entiende la historia, algunos pasajes más que otros, y el resto los interpreta según sus experiencias y conocimientos; no se amilana porque no sepa qué es un testigo, aunque ahora tiene una leve idea de que es alguien que ha visto algo. El testigo en cuestión es un alce, y lo que más le gusta de esa escena, y me pregunta una y otra vez al respecto, es acerca de la nube que sale por la boca del animal: “Es vapor, le dijo yo, sale porque es una noche muy fría”. Y me contenta: “Sí, hace mucho frío”.

Uno de los mayores atractivos que tiene el libro para Tony es la doble línea de lectura. Él me pide que le lea los escasos textos, a veces dos o tres veces, y mueve sus pequeños deditos debajo de las letras para guiar mi lectura; pero también sigue el relato de aquello que solo el dibujo contempla y que es una expansión constante de la historia. A pesar de que Tony tiene una tendencia a querer que los cuentos sean siempre de la misma manera –de hecho, suele corregir la lectura que hacen otros, porque difiere de la que hago yo-, también explora otras vías a través de las ilustraciones, cambiando la forma en que leemos ciertos dibujos de un día para otro, no sé bien por qué, pero suelo imaginar que durante el día vio algo, aprendió algo, que lo ayuda a ver las ilustraciones desde una nueva perspectiva.

Martin Salisbury y Morag Styles –expertos en el área del libro ilustrado- dicen que los niños más pequeños no tienen todavía las herramientas lingüísticas necesarias para explicar una imagen con palabras y que incluso, pueden decir lo que piensan que uno, el adulto, espera oír, de tal manera que “el mundo que los niños están experimentando permanecerá inevitablemente algo así como un misterio para nosotros”. Yo siento constantemente eso cuando leemos libros como El misterioso caso del oso, que son en alguna medida desafiantes, porque no le dan al niño algo previamente masticado y fácil de digerir. En este caso, asumo que todas las referencias a las novelas detectivescas –que yo encuentro altamente divertidas- no llegan a Tony de la forma que me llegan a mí, pero igualmente las recibe y las procesa. Por ejemplo, en la contratapa se lee: “Una escalofriante historia de misterio, crimen, sospechosos, aviones de papel, un bosque y un oso que quería ganar a toda costa”. Yo veo el intertexto detectivesco; Tony, mmm, bueno, es parte del misterio. Pero sí sé que lo disfruta y que si no lo entendiera, no me pediría día tras día que lo leyéramos, ¿no?

Chile en los ojos de Pepe Cuevas

Maquinaria Chile y otras escenas de poesía política, de José Ángel Cuevas

Maquinaria Chile y otras escenas de poesía política, de José Ángel Cuevas

Tengo varios recuerdos del poeta José Ángel Cuevas, o Pepe Cuevas. Dos son relevantes en esta historia. Uno de ellos fue la lectura y análisis de Diario de la ciudad ardiente, que es un texto que Cuevas escribió en prosa, pero con mucha poesía. Publicado en 1998, el libro contiene relatos sobre un periodo de nuestra historia en torno al cual gira su poética: dictadura y transición. El segundo recuerdo es de Pepe Cuevas leyendo un texto en el que él estaba trabajando. Éramos un grupo pequeño, y Cuevas estaba sentado leyendo -¿o tal vez recitando?- unas palabras muy personales en un tono íntimo y comprometido.

En Maquinaria Chile…, el poemario más reciente de Cuevas, esos dos recuerdos están presentes en forma constante. Primero, porque nos encontramos frente a un repaso de la historia del país desde la Unidad Popular hasta la actualidad, pero siempre desde la mirada involucrada del poeta, que no renuncia a sus sueños ni a sus convicciones. Lo sabemos al leer apenas las primeras páginas, en que nos presenta un sueño le da vuelta al Golpe de Estado de 1973, mostrándonos lo que él hubiera querido de ese día. En el sueño es capaz de reescribir la historia, pero el resto de los poemas da cuenta de una mirada decepcionada. La decepción se hace mayor durante la Transición y más en la actualidad, en que ve a Chile convertido en una maquinaria de consumo, en que la gente vive sin más ideales que endeudarse para comprar. También resiente que el fútbol y la televisión ocupen las mentes de los más jóvenes y estos no tengan interés alguno en la política, porque para él la única manera de cambiar el mundo, el país, nuestra sociedad, es comprometerse.

En medio de la decepción, el poeta dirá: “Perdonen que los haya molestado / con estos recuerdos tan amargos / Yo sé que ustedes están en Otra” (100). Pero, aunque sabe, debajo del discurso apasionado de Cuevas, hay esperanza. Estaba en el epígrafe del libro: “La batalla por los recuerdos colectivos / no está perdida” (7). Porque para el poeta, el compromiso no es un acto solitario, sino colectivo, son compromisos sumados.

Maquinaria Chile es un poemario escrito desde la honestidad, en que Cuevas no teme contar la historia de Chile con sus palabras y desde su perspectiva, en vez de una historia consensuada.

Cuevas, José Ángel. Maquinaria Chile y otras escenas de poesía política. Santiago: LOM Ediciones , 2012.

Esta reseña apareció originalmente en el sitio web del Diario Publimetro, donde tengo una columna de libros semanal.

Esperando la primavera y despidiendo a Seamus Heaney

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Primavera, de Antonio Segovia

El 30 de agosto recién pasado el poeta Seamus Heaney murió. Y desde entonces que le había dado vueltas a qué escribir sobre él. Aunque lo he leído, no soy experta, y no me interesaba realizar un recuento de algunos hechos de su vida, como suelen ser los obituarios que se le dedican a autores como este en nuestros diarios nacionales, con más anécdota proveniente de agencias que algo un poco más vívido. Por un lado, entiendo que así sea, es decir, tendrían que manejar más o menos sus textos, y no es cosa fácil. Pero no quería dejar pasar la ocasión sin decir nada, y no solo porque Heaney y yo compartiéramos el mismo día de cumpleaños.

Revisando sus poemas encontré “Rite of Spring” (Door into the Dark, 1969) y me pareció apropiado por cuanto con un día como el de ayer domingo, pareciera que finalmente la primavera quiere sentir su presencia. Asimismo, aunque el poema tiene varias lecturas, me pareció que esa imagen de una primavera que se demora, que cuesta, pero que después estalla entre nosotros, era no solo hermosa, sino real, palpable.

El poema tiene –en inglés- el mismo título que la pieza de Stravinski que en español conocemos como La consagración de la primavera. Recuerdo haber visto el ballet hace muchos años en el Teatro Municipal, vibrante. Es, por cierto, también terrible: la joven raptada y obligada a sacrificarse bailando hasta la muerte: he ahí el rito, el sacrificio es ritual. En el poema de Heaney no hay sacrificio, pero sí ritualidad, aunque derivada de objetos muy cotidianos, ya que toma como objeto de sus imágenes una bomba de agua, congelada durante el invierno, y que poco a poco comienza a ser conquistada por el fuego, lanzada por el fuego, que permite la liberación del agua, ya incontenible. Es, también una metáfora sexual, al hablar de bombas y émbolos, el poeta también habla de sexo.

Buscando opiniones sobre el poema, me encontré con varias que lo desdeñaban por simple y obvio. Para uno, incluso, es un poema sobre la frigidez. No concuerdo con aquello, por cuanto lo que decía al comienzo: la primavera está dormida durante el invierno, pero ciertamente no es frígida. Le vi más sentido a algunos artículos que hablaban de la visión femenina en Heaney. Así encontré a Carlanda Green, quien más bien ve una unión, una consumación entre agua y fuego. El estallido final es orgásmico, como también lo es el estallido primaveral. Incluso en la pieza de Stravinski al comienzo encontramos augurios primaverales. La llegada de la primavera no es como una llave –para seguir con las imágenes de Heaney- que simplemente se deja abierta el 21 de septiembre y la primavera queda encendida. Diría que lo mismo pasa con las relaciones entre un hombre y una mujer, no se trata simplemente de un botón que se aprieta y listo, el orgasmo se alcanza, no se enciende con un interruptor.

Así que, no estoy muy segura acerca de que la metáfora de Heaney sea demasiado textual. A mí me gusta y me hace pensar en el texto que escribió Blake Morrison con motivo de la muerte de Heaney: “Para Heaney, había maravillas suficientes en este mundo, sin importarle el siguiente. Objetos y lugares comunes –un sofá, una radio, un bolsón, una ráfaga de viento, el sonido de la lluvia- estaban santificados” (original aquí). También una bomba de agua y su émbolo.

Rite of Spring

So winter closed its fist
And got it stuck in the pump.
The plunger froze up a lump

In its throat, ice founding itself
Upon iron. The handle
Paralysed at an angle.

Then the twisting of wheat straw
into ropes, lapping them tight
Round stem and snout, then a light

That sent the pump up in a flame
It cooled, we lifted her latch,
Her entrance was wet, and she came.

Monterroso y los dictadores

El paraíso imperfecto. Antología tímida de Augusto Monterroso.

El paraíso imperfecto. Antología tímida de Augusto Monterroso.

Esta semana recibí el libro El paraíso imperfecto. Antología tímida de Augusto Monterroso, una edición de bolsillo que reúne cuentos y ensayos, y que se lanza al cumplirse diez años de la muerte del autor. Es una edición sencilla, aunque parece en sintonía con el escritor guatemalteco. De hecho, en la última página aparece el dibujo de su dinosaurio con la leyenda: “Cuando este libro se terminó de imprimir en 2013, el dinosaurio todavía estaba allí”. Por supuesto está basado en el microrrelato “El dinosaurio” del propio Monterroso, relato que, sin embargo, no es parte de la edición. Probablemente no fuera necesario incluir un texto tan conocido. Eso sobre el espíritu del libro, si es que uno puede llamarlo así, tomando prestado un concepto del análisis poético, podría decirse que es el mood, el estado de ánimo de la antología, porque incluso en ensayos serios, Monterroso se las arregla para hablar desde el humor, sin por ello restarles profundidad.

Como decía el libro me acaba de llegar, y como estaba terminando la lectura de La oscuridad que nos lleva de Tulio Espinosa (la reseña apareció hoy), solo repasé en el índice algunos títulos que podría interesarme abordar de inmediato. Probablemente porque es 6 de septiembre y se cumplen 40 años del golpe de Estado, me concentré primero en “Novelas sobre dictadores (1)” y “Novelas sobre dictadores (2)” (La palabra mágica, 1983). El primero nos habla de la novela El señor presidente de Miguel Ángel Asturias, donde presenta la siguiente idea. Habla de un cierto mito de que los dictadores pertenecen o fueron creados en Latinoamérica, como si Europa no hubiera visto –en la historia reciente- a Hitler, Mussolini y Franco. Lamentablemente, y esto él no lo menciona, aunque no fueron originados en nuestro continente, nos llenamos de ellos y sus dictaduras.

El dinosaurio de Monterroso.

El dinosaurio de Monterroso.

En el segundo ensayo, nos habla de un proyecto que Mario Vargas Llosa tuvo en los años sesenta, de una antología de cuentos sobre dictadores latinoamericanos, en que participarían él, José Donoso, Carlos Fuentes, Alejo Carpentier, entre otros, y al que invitaba a participar a Monterroso para que escribiera sobre Anastasio Somoza padre. Como dije, el proyecto fue en los sesenta, así que era muy pronto para considerar a Pinochet en la lista.

Como dice el propio Monterroso, el proyecto no se concretó, aunque algunos de los participantes escribieron sus propias novelas sobre dictadores. Sobre él nos cuenta, que apenas le llegó la invitación a participar –a pesar de que había dicho que sí de palabra -, prefirió enviar su rechazo a escribir. La razón es más que interesante: “[…] renuncié a trabajar en un Somoza al que como juez me habría gustado mandar a fusilar pero que como escritor hubiera llegado a presentar en toda su indefensión y miseria […]” (135). No quería humanizar al dictador, quién quiere.