Este semestre soy ayudante de un curso de metodología de la investigación en la Facultad de Letras donde hago mi doctorado. La semana pasada tuvimos la primera clase, en la cual –entre otros temas- hablamos acerca del objeto de estudio. Se trata de algo clave en el curso, ya que los estudiantes deben hacer una mini investigación para la que claramente deben escoger, limitar y enmarcar un objeto de estudio. ¿De dónde provienen los temas de investigación? No puedo hablar por los demás, pero en mi caso se trata de elecciones muy personales. Cuando estudié periodismo, hice mi investigación de seminario sobre la metáfora en reportajes sobre la muerte de Kurt Cobain. Por un lado, siempre me han apasionado las metáforas y, por otro, era la época de Nirvana. Nevermind salió unos años antes de que entrara a la universidad y Cobain murió creo que cuando estaba en segundo año. Había leído los reportajes, el especial de la Rolling Stone de un amigo, la biografía de Nirvana de Michael Azerrad Come as you are, así que por qué no dedicarle a Cobain mi investigación para recibir el título de periodista, además que había unas hermosas piezas de escritura para analizar.
Creo que fue la experiencia laboral la que me llevó a elegir más tarde desde el punto de vista del género, privilegiando la escritura de mujeres. Llevé eso más allá cuando junto con mi embarazo opté por escribir sobre escrituras con tinta de leche (materna, se entiende). Y cuando nació mi hijo, creo que fue de lo más natural sentir la necesidad de estudiar las representaciones de infancia. He leído textos interesantísimos sobre la visión que tenemos de niños y niñas, que me han hecho mirar con ojos nuevos mi relación con Tony, mi hijo. Así que mi objeto de investigación (expuesto aquí en lo general, sin el marco en el que he estado trabajando ya durante meses) nació de mi propia experiencia. De hecho, cuando leo algo sobre niños (teórico o literario) mi mente vuela sola hacia mi hijo: comparo con su comportamiento, las cosas que me dice, lo que prefiere hacer, etc.
Así como yo he tenido mis primeros días de clases, Tony también ha tenido los suyos. El martes de la semana pasada tuvo su primer día de colegio, qué larga ruta se le viene encima y a él lo que más le preocupa de momento es el tamaño de su colación. No puedo negar que me preocupo, que pienso en lo pequeño que es y lo inmenso que puede parecer un colegio; aunque creo que él sabe llevar la vida mucho mejor de lo que yo lo hago, pero cómo no dejarlo tomar sus propias decisiones, de que dé su opinión en los temas que le competen –y en otros, claro-, cómo darle independencia, si teóricamente mis estudios me han llevado hacia allá: a considerar al niño como un ser en sí mismo y no como una prolongación mía. En esta nota me parece complicado separar la crianza de mi hijo con la crianza de mi investigación, van muy de la mano, y me gusta que así sea, que pueda estar en sincronía mi labor académica y mi vida familiar.