Reflexiones y humor al estilo Monterroso

El paraíso imperfecto. Antología tímida de Augusto Monterroso.

El paraíso imperfecto. Antología tímida de Augusto Monterroso.

Debe haber sido en mi época universitaria cuando leí el famoso cuento de Augusto Monterroso (1921-2003) “El Zorro es más sabio”. Más que cuento es una fábula. El Zorro ha decidido escribir un libro, lo publica y es un éxito de lectores y crítica. Escribe un segundo, incluso mejor que el primero. Definitivamente hay demanda por un tercero, pero pasan los años y el Zorro no escribe. “El Zorro no lo decía, pero pensaba: ‘En realidad lo que estos quieren es que yo publique un libro malo; pero como soy el Zorro, no lo voy a hacer’. Y no lo hizo” (62). Ese relato está dando vueltas en mi cabeza de forma constante: a veces aparece cuando escribo una reseña, y otras cuando leo un nuevo libro de un autor que ha estado ausente por muchos años. Es un relato divertido y bien escrito, pero siempre me hace pensar. Eso es lo que sucede con gran parte de los textos de este autor guatemalteco, incluidos en El Paraíso imperfecto. Antología tímida, que se lanzó este año para conmemorar los diez años que han pasado desde su fallecimiento.

Entiendo lo de antología tímida, porque es un libro pequeño, que repasa una extensa bibliografía de Monterroso en unos sesenta escritos, entre fábulas, ensayos y microcuentos. El libro no incluye prólogo ni los textos están catalogados en capítulos, sino que se trata de una sucesión de escritos en que simplemente la lectura se va deslizando tranquila. La mayor parte de los escritos son breves, algunos brevísimos, un par de párrafos o unas cuantas líneas. El tema que ronda tanto en cuentos como en ensayos es la literatura desde alguna perspectiva: el oficio de escritor, la lectura, los libros, las traducciones, los escritores… En “Llorar orillas del río Mapocho”, recuerda cuando llegó exiliado a Chile en 1954 y el consejo que recibió de José Santos González Vera, refrendado por Manuel Rojas y Pablo Neruda. También reflexiona en torno al humorismo: “Excepto mucha literatura humorística, todo lo que hace el hombre es risible o humorístico” (100), que bien podría tomarse como una sentencia atrevida para un escritor que llena de humor sus oraciones.

Gocé leyendo “Sobre la traducción de algunos títulos”, en que Monterroso analiza algunos ejemplos como La importancia de llamarse Ernesto  de Oscar Wilde y Otra vuelta de tuerca de Henry James. Sobre el primero dice: “Traducir The Importance of Being Earnest  por La importancia de ser honrado hubiera sido realmente honesto; pero, por la misma razón, un tanto insípido, cosa que no va con la idea que uno tiene de Oscar Wilde” (147). Y con respecto al segundo señala que The Turn of the Screw significa “‘forzar a alguien a hacer algo’, coaccionarlo, conminarlo, pues. ¿Pero quién iba a ser tan poco sutil o poético como para poner en español La conminación a una novela de Henry James?” (148).

El Paraíso imperfecto es una buena primera aproximación a la escritura de Monterroso, permite saborear su pluma en distintos tipos de escritos, que siempre rondan lo personal, a tal punto que a veces no queda claro si se trata de un ensayo o de un cuento. Además, creo que la falta de una guía de lectura, llama a investigar, a buscar los volúmenes originales, o simplemente sentarse a disfrutar.

 

Monterroso, Augusto. El Paraíso imperfecto. Antología tímida. Buenos Aires: Debolsillo, 2013.

Esta reseña apareció originalmente en el sitio web del Diario Publimetro, donde tengo una columna de libros semanal.

Y si sienten curiosidad, también escribí sobre dos ensayos de Monterroso, “Novelas sobre dictadores (1)” y “Novelas sobre dictadores (2)”. Pueden leerlo haciendo clic AQUÍ.

Un año de reseñas en Publimetro

Pantallazo de la primera columna sobre Jeanette Winterson y su libro ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?

Pantallazo de la primera columna sobre Jeanette Winterson y su libro ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?

Hace poco más de un año recibí un mensaje en que me proponían tener una columna semanal de libros en el sitio web de Publimetro. Estaba recién comenzando el doctorado y con una formación de periodista en que trabajé durante años escribiendo notas diarias, la invitación me pareció un sueño. Allí podría dedicarme a la literatura y también escribir de forma periódica, acorde a mi formación. Este 22 de marzo se cumple un año desde mi primera reseña en el sitio web del diario.

Cuando comencé a escribir las reseñas no tenía un plan muy estructurado, salvo que no fueran académicas y que incorporaran una veta personal, si la lectura me había comprometido en lo personal, bueno, que se notara en la escritura. Mi primera columna fue sobre un libro que adoro: ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? De Jeanette Winterson. La segunda fue de un libro que terminé con dificultad, un texto pretencioso con un protagonista odioso y muy caricaturizado, pero que el autor consideraba, aparentemente, un genio. Era un libro aleccionador y que se tomaba demasiado en serio. Y a pesar de que consideré que era un mal libro y que le otorgué una reseña poco alentadora, quedé con un mal sabor de boca. Le di varias vueltas al asunto y me di cuenta de que no me había gustado ocupar ese espacio semanal en otorgar una mala crítica. No es que el libro no la mereciera, no se trata de eso. Pero pensé que si se lee poco y alguien puede sentirse motivado al llegar a una reseña mía, ¿no sería mejor que lo motivara a leer que a no leer?

Hace un tiempo leí una excelente nota al respecto. Dos críticas estadounidenses hablaban sobre el tema. Ambas concluían que debe haber buenas y malas críticas, pero me interesó en especial una que había llegado a mi misma conclusión en un momento de su actividad crítica: no quería malgastar el tiempo en libros que no lo merecían. Había cambiado de opinión luego, creo que después de leer un libro en particular, y había decidido hacer malas críticas también porque es parte de la labor. Yo concuerdo con ella y valoro que haya críticas buenas y malas, tal vez en el futuro decida volver a hacerlas si encuentro que un libro se lo merece.

Sin embargo, por el momento, he decidido escribir –al menos en la columna de Publimetro- solo sobre libros que encuentro buenos. Lo pongo en cursivas porque esto no quiere decir que todos sean obras maestras, aunque he leído varios que he encontrado excepcionales; pero sí que se trata de textos que he valorado por su prosa, la construcción de personajes, la trama, el manejo del suspenso, etc. Las razones pueden ser variadas.

Dicho eso, hago mi propia celebración de haber estado durante un año publicando semanalmente una columna (lo que quiere decir que he aumentado muchísimo la cantidad de libros que leo, ya que no todos acaban en la columna) y festejo también que sigo haciéndolo. De hecho, después de terminar de escribir este post, comenzaré a redactar mi próxima columna.


Para ver mi primera columna en Publimetro, hagan clic aquí.

Los interesados en revisar mis otras reseñas, pueden revisar el recuadro “Mi columna en Publimetro.cl” que se encuentra a la derecha en mi blog. Además en la pestaña “Críticas y Reseñas” que se encuentra arriba, pueden encontrar más material. Allí voy subiendo también las columnas que he publicado en el diario (su edición virtual) para que no se me pierdan. ¡Saludos!

Los que no dormían: Memorias íntimas de tiempos oscuros

Los que no dormían. Diario, 1944-1946, de Jacqueline Mesnil-Amar

Los que no dormían. Diario, 1944-1946, de Jacqueline Mesnil-Amar

La lectura de Los que no dormían provoca muchos sentimientos, echa a correr recuerdos propios y también asociaciones. De hecho, es difícil no hacer el vínculo con las vivencias de mi país. El libro recoge parte del diario de vida de Jacqueline Mesnil-Amar, francesa de ascendencia judía, licenciada en literatura comparada, y que fue una de los tantos judíos franceses que sufrieron durante la ocupación nazi. El texto nos presenta sucesos, pensamientos, recuerdos también, de Jacqueline a partir de 1944. La ocupación alemana estaba completamente asentada, aunque ya próxima a terminar con la avanzada aliada. Ella y su hija han pasado a la clandestinidad, y su marido acaba de desaparecer, arrestado por la Gestapo. Mientras ella piensa qué será de él, ¿se habrá cambiado de ropa?, ¿le darán de comer?, ¿lo habrán torturado?, ¿estará vivo?; ella debe seguir el día a día, comprar el pan, cuidar de su hija, llevando una vida a medias, siempre preocupada y angustiada también, rezándole a un Dios en el que ni siquiera está segura de creer.

El diario es duro de leer, especialmente el recuento que hace de sus días en la clandestinidad, desde que Francia aceptó la presencia nazi. Relata cómo han ido de casa en casa, de pueblo en pueblo, buscando refugio, cambiando constantemente de nombres y llevando documentos falsos, obviamente falsos, mientras al mismo tiempo su marido y amigos trabajan para la Resistencia francesa.

El diario sorprende, por lo personal que es, por la angustia de no saber qué esperar del mañana; la alegría cuando se enteran de que los aliados están comenzando a liberar Francia, cómo empiezan a desaparecer los soldados alemanes de la calles. Pero también es un ejercicio literario increíble, ágil, profundo, y difícil, porque es difícil leer algo terrible, pero bellamente escrito. Algunos ejemplos: “Plaza de la Concordia, calle Boissy-d’Anglais: del Hotel Crillon y de todos los demás organismos alemanes se escapan fragmentos de papel calcinados que nos inundan; caen sobre nuestros rostros, nuestros cabellos, nuestros brazos” (9 de agosto de 1944). “Ahora nada podrá detener la fiebre de los parisinos. La ciudad es bella así, con sus magulladuras, sus humaredas, su desorden” (23 de agosto). Y “¿Por qué no estás aquí en esta noche inolvidable, bajo el cielo tan bello?, por qué no estás aquí por estas calles, en bicicleta, a mi lado, o aquí, en el balcón de nuestro amigo Jacques B., inclinado conmigo mirando el faubourg y París? Te llamo…” (25 de agosto).

El diario termina ese mismo 25 de agosto, y da paso a unos artículos escritos por Mesnil-Amar para un boletín, dando cuenta de que después del fin de la ocupación, y de la liberación de Francia, todavía quedaba una gran tarea por delante, de reconstruir no solo lo material, sino los quiebres personales y sociales que la guerra había traído consigo.

Mesnil-Amar, Jacqueline. Los que no dormían. Diario, 1944-1946. Santiago: LOM Ediciones, 2013.

Esta reseña apareció originalmente en el sitio web del Diario Publimetro, donde tengo una columna de libros semanal.

¿Nos dan lecciones los libros?

Tony y yo leyendo Bajo la misma estrella de John Green

Tony y yo leyendo Bajo la misma estrella de John Green

Estos últimos días he tenido varias ideas sobre las cuales escribir, pero ya que estamos de vacaciones en casa, las horas de escritura, en realidad, se han esfumado un poco. Las de lectura, en cambio se han acrecentado. Por eso, cuando vi que en un blog que sigo proponían leer en el club de lectura de febrero Bajo la misma estrella de John Green, no me resistí. Primero pensé en comprarlo, pero la verdad es que estamos caminando por la vereda de la frugalidad en estos momentos; así que mejor lo posteé en Facebook y me llegó al otro día un mensaje genial: ¡alguien tenía el libro y me lo prestaba! (¡¡Muchas gracias!!). Ya lo terminé. No fue una tarea difícil, de hecho, si no tuviera un hijo y otras lecturas que hacer, habría terminado rápidamente sus 300 páginas, porque es un texto muy ágil, se desliza sin necesidad de hacer una lectura rápida, que es cuando le pego una mirada a la página para poder pasarla de una vez. Lo admití. Eso hago a veces, aunque no con los libros que finalmente reseño, porque –no sé si alguna vez he comentado esto en el blog- hace un tiempo ya decidí reseñar solo libros que encuentre buenos, que me gusten por algún motivo; no tienen que ser perfectos ni obras maestras, pero sí agrupar ciertas cualidades: a veces se trata de la historia; otra, de los personajes; o de la forma en que es narrada; otras, todas las anteriores.

Como decía, leí atenta, pero rápidamente este libro que me gustó tanto, que decidí hacer una reseña para Publimetro. Debo mandar la reseña para que sea publicada hoy viernes de San Valentín, ojalá. Debido a que el momento de la publicación es un tanto incierto, decidí omitir cualquier mención al día aquel, aunque el libro sea sobre una historia de amor; entre otros temas. La historia de amor de Hazel y Augustus, dos jóvenes con cáncer. (La reseña fue publicada el 3 de marzo, pueden verla aquí).

En la reseña hago mención a la siguiente cita: “Hazel es diferente. Camina ligera, Van Houten. Camina ligera sin tocar el suelo” (299). Augustus describe de esa manera a Hazel. Me impactó, esa es la verdad, porque me puse a pensar en cómo camina una por la vida, cómo camino yo por la vida. Creo que la mayor parte del tiempo siento este inmenso peso sobre los hombros (ver cita a Paul McCartney en mi reseña), como ahora. Qué maravilla poder, a pesar de la vida, de la enfermedad, de los tropiezos, poder caminar ligera. Leía en una reseña de The Guardian que lo que más le gustaba a la crítica era cómo Hazel no se proponía aceptar su enfermedad, sino aceptar la vida. Es decir, disfrutar de lo que podamos obtener de la vida. Es como ese dicho de si la vida te da limones, entonces haz limonada. Pero mejor, todavía: una limonada dulce y rosada.

No suelo leer libro por las lecciones que implican para la vida. Me gusta leer por placer. Estudio los libros y escribo sobre ellos porque los amo –y en parte por eso me he abstenido de reseñar libros que no logren pasar la prueba-. Pero debo reconocer que este libro me ha dado algunas lecciones. Lo que sí tengo claro es que se aprende leyendo. Yo he aprendido muchas cosas: palabras nuevas, anécdotas, historias, a escribir, a tener paciencia, a disfrutar tendida en una cama, a andar siempre con un libro en la cartera, para aprovechar cada momento… En este caso recibí una lección mientras leía un texto ágil, bien escrito, con personajes increíblemente bien configurados, llenos de sutilezas y rasgos contradictorios, como es una, ¿no?

Desarticulaciones de la memoria y el yo

Desarticulaciones de Sylvia Molloy

Desarticulaciones de Sylvia Molloy

Debe haber sido a comienzos de año, o a finales del año pasado. Estaba esperando a una profesora y amiga en su oficina de Campus Oriente, porque estábamos trabajando en el artículo final de un proyecto de investigación. Mientras la esperaba, me llamó la atención un libro que estaba sobre su escritorio: Desarticulaciones de Sylvia Molloy. No fue mucho lo que esperé, sin embargo, alcancé a leer la mitad del libro. Es cierto que se trata de un texto breve, apenas superior a las 70 páginas, y muchas de ellas contienen solo un par de párrafos. Pero no es esa la razón por la que avancé con rapidez la lectura, sino el texto en sí mismo.

Desarticulaciones presenta a una narradora que nunca se presenta, a la que vamos conociendo despacio, a retazos a través del relato de sus visitas a ML. ML es una antigua amiga y también un antiguo amor, afectada por el Alzheimer. Cada capítulo da cuenta de un encuentro, a lo largo de los cuales vamos viendo cómo la memoria y todo aquello que hacía de ML ser ML se va desvaneciendo o, más bien, desarticulando, haciendo referencia al título del libro. Paralelamente, la memoria de la narradora se hace fuerte y se esmera, tal vez, en recordar por las dos, es necesario recordarlo todo para mantenerla viva. “Hablo de exacerbamiento de mi memoria, de contaminación de recuerdos, de listas para no olvidar, y por supuesto de olvidos. De olvidos míos, no suyos: para decir que uno ha olvidado hay que tener una mínima capacidad de recuerdo, palabra que, para ella, ya no tienen sentido” (66).

El libro es honesto y dulce, en vez de centrarse en la rabia de la pérdida, se centra en lo hermoso de la pertenencia y cómo el recuerdo nos permite seguir poseyendo aquellos momentos y personas que han sido relevantes en la vida. También nos hace preguntarnos qué pasa cuando la memoria se ha ido, cuando ML ya no es capaz ni de recordar el nombre de los alfajores Havanna, aunque pareciera reconocerlos en su caja amarilla, ¿quiere decir que ya no está, que se ha ido, o todavía conserva esa cualidad inefable que la hace ser ella misma?

Asimismo, el libro no solo nos habla de ML, sino también de la narradora, que primero adivinamos es la misma Molloy, lo que hacia el final es reafirmado por ML quien en un breve momento de lucidez recuerda su nombre. Porque enfrentarnos a enfermedades o a momentos difíciles, nos ayuda también a conocernos a nosotros mismos.

Decía que hay algo dulce en la lectura de Desarticulaciones, pero también hay fortaleza, y preguntas sin respuestas; todo en una prosa que da gusto leer: es ágil y conmovedora; y aunque reflexiona en torno a temas que parecen gigantescos, como la identidad personal, las relaciones humanas, y dónde queda el yo cuando la memoria se escabulle, lo hace desde lo íntimo y cotidiano, recordándonos que es ahí desde donde se construye todo.

Molloy, Sylvia. Desarticulaciones. Buenos Aires: Eterna Cadencia, 2010.

Esta reseña apareció originalmente en el sitio web del Diario Publimetro, donde tengo una columna de libros semanal.

¡Feliz cumpleaños Bueno, Bonito y Letrado: un año escribiendo!

primer_aniversario_bueno_bonito_y_letradoEn enero de 2013 comencé con este blog. ¡Feliz aniversario! Atrasado, porque la primera entrada original fue el 19 de enero del año pasado. Se trató de una pequeña nota titulada “Presentándome”. Había otras entradas también, algunos artículos antiguos que había subido para que el sitio no se viera pelado. Entre que me cuesta recordar los aniversarios –quiero decir, las fechas exactas- y que había tenido unas pequeñas vacaciones de escritura, esta entrada se fue postergando. Y me interesaba hacerla, porque estar un año escribiendo en forma constante no es menor. Además se trataba (se trata) de un proyecto personal, una oportunidad para escribir de lo que me interesaba, de la forma que me interesaba. Así han ido apareciendo las distintas entradas de este blog Bueno, Bonito y Letrado, a partir de mis lecturas y mis experiencias; de mi vida familiar y profesional; de conversaciones y momentos de reflexión solitaria.

Asimismo, llevo casi un año escribiendo reseñas en el sitio web de Publimetro. Partí con una crítica del libro ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?, de Jeanette Winterson; fue un libro que me llegó hondo, justamente por esta necesidad de escribir. Esa primera reseña apareció el 22 de marzo de 2013, pero su génesis estuvo en este mismo blog, donde semanas antes había escrito otra nota sobre el mismo libro.

Así que ha sido un año lleno de lecturas y escrituras. También de estudio. Di mi examen de candidatura y me convertí en candidata a doctora en Literatura de la Universidad Católica. Después de eso preparé mi proyecto de título y estoy en esa etapa todavía. Para esto, también hubo lecturas, conversaciones y más escritos. Todo eso, por supuesto, como parte de una jornada en que soy también madre y esposa (escribo esto después de haber logrado que mi pequeño Tony se durmiera). No podría decir que soy algo más que lo otro. Soy todo eso y al mismo tiempo: estudiante, escritora, madre, esposa, mujer, y, claro, lectora. Esa combinación era la que quería dar vuelta en este blog y lo he estado haciendo durante un año ya y ha sido una experiencia excelente. Por lo tanto, aquí voy por otro año más en Bueno, Bonito y Letrado. ¡Los invito a acompañarme!

Fuerzas especiales: el asedio desde adentro

Fuerzas especiales, de Diamela Eltit

Fuerzas especiales, de Diamela Eltit

Leer Fuerzas especiales deja sin aliento. Los capítulos cortos y en los que solo existe el relato intenso e incansable de la narradora, sin más pausa que la mínima que presentan los puntos seguidos, dejan sin aliento. Al hablar desde la primera persona, el relato de Diamela Eltit cobra vivacidad, nos introduce sin preámbulos en una historia de asedios y de violencia, y también de cotidianidad. Pero de la cotidianidad de bloques de departamentos, pequeños, agobiantes, en que el asedio policial es no solo el temor diario, sino una realidad constante. Es el asedio de todas las policías, uniformadas y no uniformadas, que han transformado esta zona sin futuro en un campo de juego, en que compiten entre ambos, botan antenas de celulares, realizan redadas y arrestos que van dejando cada vez los bloques más vacíos, no solo de gente, porque también se trata de un vacío existencial.

El libro a veces parece moverse en un campo de ciencia ficción, como si se tratara de un futuro de fin de mundo. Pero luego los kioscos, las pichangas, las fricas y el cíber como espacio destacado, nos van situando cada vez más en un Chile actual, en que a través de internet podemos acceder, comprender, admirar la alta moda internacional –como hace la protagonista-, sin disfrutar de ninguno de los supuestos beneficios del primer mundo. Tanto así, que el cibercafé no es solo esa falsa entrada al mundo global, sino el lugar en que la protagonista se prostituye para llevar algunos pesos a su casa.

El libro nos habla de nuestras contradicciones como país, de la violencia que se sufre cada día a tal punto que pasa a ser tan habitual que se la entiende en términos técnicos, como lo muestra la enumeración de armas de todo tipo que impregna el texto en forma discontinua, pero siempre permanente. Las tecnologías como celulares, videojuegos e internet, se convierten en los únicos modos de soportar, pero hasta eso puede ser un engaño, como el regreso de la señal a los celulares: “Cometieron un error y en la próxima madrugada escucharemos los sonidos que distraen y abren un horizonte de esperanza, no un horizonte, no, una rendija pequeña de esperanza en la solidez de los bloques […]” (163). No hay espacio para esperanzas, solo para minúsculos intersticios de salidas virtuales.

Para quienes se hayan interesado, pueden aproximarse a la escritura –experimental, pero viva, palpitante y no fría de laboratorio- de Diamela Eltit a través de Memoria Chilena, donde están algunos de sus textos digitalizados.

Eltit, Diamela. Fuerzas especiales. Santiago: Seix Barral, 2013.

Esta reseña apareció originalmente en el sitio web del Diario Publimetro, donde tengo una columna de libros semanal.

American Visa, enredos del yo

American Visa, de Marcelo Rioseco

American Visa, de Marcelo Rioseco

La primera parte de American Visa de Marcelo Rioseco engaña un poco. Tiene que ver con el protagonista, Marcelo, a quien todos llaman Marce, y que en primera persona nos relata lo feliz que es con su gringa Kimberly con quien partirá a Estados Unidos a hacer un posgrado. Marcelo es un sujeto que tiene las cosas claras, a veces tan claras que llega a ser insufrible de verborrea y declaraciones clichés. Digo que el libro engaña, porque Marce irá despojándose de clichés y seguridad a lo largo del libro, que es también un viaje, un viaje por Estados Unidos, pero también un periplo para despojarse de frases hechas, estereotipos y convencimientos, de lecciones aprendidas viendo televisión, en vez de dejarse llevar por la experiencia..

A la larga, lo que parece un texto centrado en un tipo que sueña con estudiar en un país que en realidad aborrece, se convierte en un libro divertido y con algunas críticas al sistema académico. Asimismo lo que parece un libro formal y establecido, se convierte en una narración que se burla de sí misma, que no se toma en serio. De hecho, no podemos estar seguros ni del propio narrador, porque cada vez que aparece su yo iremos descubriendo que a veces se trata de él y otras de su amigo Simón, quien no solo corrige la ortografía del texto, sino que ha tratado de apropiárselo; incluso la novia estadounidense de Simón mete su mano por ahí, dejándonos un texto en que el yo no solo es claramente una ficción –a pesar de que intentemos unir al Marcelo narrador con el Marcelo escritor-, sino un juego.

Así nos encontramos con ejemplos como el siguiente: “Amanda quería que pusiéramos [en el libro] un polvo de ella con Simón o, mejor aún, una escena lésbica entre ella y Jennifer. Decía que si la hacíamos medio porno iba a vender más. ¿Vender a quién? Simón no descartó la posibilidad, porque él siempre fue medio inclinado a los gustos perversos. Nota a pie de página: esta frase la escribió él mismo para hacerse el poeta y ganar publicidad” (219).

Paralelamente a los juegos narrativos, nos encontramos con una historia de desamor, otra de encuentro consigo mismo, y la sorpresa de un personaje muy secundario que aterriza en la vida del protagonista remeciéndola hasta la liberación: del yo, de Estados Unidos, de las formas y las expectativas. Reconozco que en más de una oportunidad he dejado de lado un libro cuando sus primeras páginas me han sido insatisfactorias –o de plano imposibles de leer-, pero en este caso, hay que darle una oportunidad, porque ese Marce que se las sabe todas y da discursos que uno no le ha pedido, no es más que parte del personaje, y no un problema de la narración.

Rioseco, Marcelo. American Visa. Santiago: Random House Mondadori, 2013.

Esta reseña apareció originalmente en el sitio web del Diario Publimetro, donde tengo una columna de libros semanal.

Los sentidos de Noticias sobre ti misma, de Fátima Sime

Noticias sobre ti misma, de Fátima Sime.

Noticias sobre ti misma, de Fátima Sime.

Noticias sobre ti misma es un libro de cuentos de corte erótico. ¿No pareciera que este año la escritura erótica ha estado presente, muy presente? Personalmente, no he leído los libros más mencionados durante el año, así que difícilmente vincularé mi lectura de Noticias con esos aciertos de ventas. Pero de todas maneras la idea de lo erótico en la literatura me da ciertas vueltas en la cabeza. En particular, porque este libro de Fátima Sime no siempre me pareció erótico y, de hecho, el cuento más derechamente sexual, fue el más desilusionante, tanto en técnica como en cuanto a su historia.

Afortunadamente el relato en cuestión, “La carne es débil”, se encontraba bien avanzado el libro. En general, los cuentos de Noticias son atractivos, entretenidos, algunos con un buen uso del suspenso y también del humor. En pocas páginas, la autora no pareciera buscar soluciones rápidas ni dar finales concretos y cerrados, sino más bien exponer sensibilidades, no situaciones, sino sensaciones de personajes que se encuentran de alguna manera atrapados, asustados, insatisfechos. Más que textos eróticos, me parecen textos sobre lo sensorial, a veces transformado en sensualidad y otras en odio, rechazo, lástima, culpa.

Los cuentos están casi en su totalidad protagonizados por mujeres, pero ninguna de ellas está plena, todas revelan algún tipo de carencia que suplen a través de la piel, ya sea vistiendo un vestido de seda para hacer el aseo de una casa, o disfrutando del aliento de un hombre en las piernas. Desde el punto de vista mujeril, me hubiera gustado ver por lo menos alguna mujer más independiente, más fuerte, y no castigada siempre castigada por el abandono, por cuanto hace invalidante la figura de la mujer. Especialmente cuando pienso en el último cuento del volumen, “Nadie sabe cómo sueñan los perros”, que es sin duda el mejor del libro y en el que la única mujer es un recuerdo, porque ella ha sido la que ha abandonado. El relato narra una tarde de caza de un padre, su hijo y el perro enfermo, teniendo en cuenta esas características que antes mencionaba: la sensibilidad, la sensación del contacto de la piel, sin ninguna incidencia de lo erótico.

Sé que partí hablando del cuento que yo hubiera dejado fuera del libro, pero me parece que esto no invalida unos textos interesantes y atractivos de leer. Qué difícil escribir un cuento, una idea completa en pocas páginas. Los cuentos de Fátima Sime no solo están bien logrados, además se distinguen uno del otro, los protagonistas, las historias, los ambientes son variados, y en eso muestran originalidad y habilidad en la narración.

Sime, Fátima. Noticias sobre ti misma. Santiago: Editorial Cuarto Propio, 2013.

Esta reseña apareció originalmente en el sitio web del Diario Publimetro, donde tengo una columna de libros semanal.

Finale de Alice Munro

Mi vida querida, de Alice Munro

Mi vida querida, de Alice Munro

Hay algo poético en la forma en que Alice Munro cierra Mi vida querida (Lumen 2013), su último libro de cuentos publicados y probablemente lo último que tengamos de ella, según la misma autora lo ha manifestado después de que se le diera el Premio Nobel de Literatura.

Los últimos cuatro cuentos están encabezados por el subtítulo “Finale”, que, ya lo sabemos, quiere decir “final”, pero ¿de qué clase de final estamos hablando? El diccionario de Oxford nos dice que finale es la última parte de una pieza de música, o de un evento público o de entretención, que es especialmente dramático o emocionante. Su uso, entonces, no está tan vinculado a las letras, como sí a una ópera o, incluso, al último capítulo de una serie de televisión: el grand finale en que se descubre algo, o hay muertes terribles, o cambios de rumbos completos.

En Mi vida querida hay efectivamente un quiebre, que es anotado textualmente por la autora: ha separado los últimos cuatro textos debido a su carácter autobiográfico. Escribe Munro que las últimas cuatro piezas “[f]orman una unidad distinta, que es autobiográfica de sentimiento aunque a veces no llegue a serlo del todo” (269). La escritora establece una advertencia: los cuatro últimos textos no son precisamente cuentos, pero tampoco son narraciones autobiográficas en toda su extensión. Me gusta la forma en que lo llama “autobiográfica de sentimiento”. Esto me lleva a varias digresiones. Una de ellas es que toda narración del yo es una forma de ficcionalidad, como lo dice Pozuelo Yvancos. No podría ser de otra manera cuando nos remontamos a la niñez y tratamos de captar esa voz que teníamos: los recuerdos se van armando o rearmando, se agregan diálogos, ambientes. Claramente ahí hay una construcción, pero pareciera que Munro nos quiere decir que los detalles pueden estar inventados -como el recuerdo del olor a cigarro y de un perfume  en particular sentido al subir las escaleras, la forma en que las personas estaban sentadas, por nombrar algunos-; pero el espíritu de esas historias, no.

Por eso, y como ella ya habló de la autobiografía, es la propia Munro la que trae la palabra al tapete, una termina entendiendo que el referente extratextual del yo de esas cuatro narraciones, es la escritora Alice Munro. Yo la imagino sentada en su escritorio, escribiendo; pero los textos nos invitan a imaginarla como niña: “Pero no soy una chica protestona que se pasa el día enfurruñada. Aún no, aquí estoy, con diez años más o menos, entusiasmada por ponerme un vestido bonito y acompañar a mi madre a un baile” (301-302). Destaco el uso del deíctico, ¿no llama acaso la atención el aquí? Me sacó inmediatamente del escritorio ficticio de Munro a la casa de madera y revestida en ladrillos, “de tamaño decente” (320), casi en el campo, pero muy cerca de la ciudad, en la que la niña Alice pasó sus años de infancia y adolescencia. Ella misma ha viajado a ese lugar y reconocemos entonces una ficción: la narradora es una niña, la niña que fue –o que tal vez fue- Alice Munro.

La primera historia “El ojo” se centra en Sadie, una joven que trabaja en casa de los Munro, ayudando a la madre con las tareas del hogar. Es interesante cómo la narradora va hilando la cotidianidad del hogar, cómo Sadie ayuda en casa, pero no es la encargada de todas las cosas. A medida que leamos las cuatro historias finales, cada vez se irá desnudando más la familia Munro, en especial la madre de Alice: una mujer educada proveniente de una familia humilde, pero que no logró surgir todo cuanto hubiera querido: “no había conseguido la posición a la que aspiraba ni los amigos que le hubiera gustado tener en el pueblo” (301). Munro no edulcora a su madre, de la cual sabemos incluso que no le caía bien a las personas, ni siquiera a su propia familia; pero tampoco le quita humanidad. Como lo suele hacer con sus personajes de los cuentos, la narradora no juzga a su madre ni a su padre, aunque sí pareciera que él era un hombre más satisfecho de la vida que su esposa. En vez de juzgar, lo que hace es dibujarlos en su humanidad, con los gestos salvadores y sus pequeñeces. Y lo más increíble de todo, es que logra hacer eso con ella misma, con la pequeña Alice y la Alice madura que no vuelve a casa para el entierro de su madre, no porque no la hubiera querido:

Tenía dos hijos pequeños, y a nadie en Vancouver con quien dejarlos. No estábamos para gastar dinero en viajes, y mi marido despreciaba las formalidades. Aunque ¿por qué achacárselo a él, de todos modos? Yo sentía lo mismo. Solemos decir que hay cosas que no se pueden perdonar, o que nunca podremos perdonarnos. Y sin embargo lo hacemos, lo hacemos a todas horas” (333).

Me gustaría escribir mucho más sobre estos textos, como la decisión de la narradora de recordar como Anna de Green Gables, más que nada porque adoraba la miniserie sobre ese personaje y su mención me dice que no siga postergando la lectura de los libros. También que es emocionante la forma en que los relatos fluyen de tal manera que es como si estuviéramos leyendo un solo texto, en que las anécdotas nos van mostrando cómo era la cotidianidad en que nació y se crió Munro. También que en esas líneas veo también otros relatos, los no autobiográficos, pequeños detalles que llevan a recordar a la madre, al padre, y también a las ambientaciones, especialmente aquellos que ocurren en esos parajes que no son ni campo ni ciudad, sino un entremedio. Pero quiero cerrar estas palabras volviendo a lo de finale. Ahora que ella ganó el Nobel y que ha dicho que puede que no vuelva a publicar, qué más emocionante gran final que cerrar sus cuentos con historias que nos dirigen a ella, de una manera tan personal, tan íntima como puede serlo el volcarse autobiográficamente en sus páginas, y más aún si eso significa “autobiográfica de sentimiento”.

Pueden leer la columna que escribí en el Diario Publimetro sobre el Premio Nobel de Literatura para Alice Munro haciendo clic aquí.