Creo que no he escrito para el blog durante las últimas dos semanas, y no quería dejar pasar más tiempo. La verdad en que entre las lecturas para la universidad, la columna literaria y la vida (casa, hijo, esposo, etc.) no he tenido tiempo para preparar alguna entrada.
Entre las lecturas que he hecho para el doctorado, las ha habido variadas, algunas de teoría de la poesía, y dos libros muy interesantes. Uno es La misericordia ajena, libro sobre el abandono de niños durante la Edad Media. Su autor John Boswell hace un recuento muy interesante entre la documentación que uno consideraría propiamente histórica y la literaria, dando cuenta de cómo el abandono es parte de muchas obras de narrativa. En realidad, el abandono de niños no sería un hecho exclusivo del Medioevo, cosa de pensar en Rómulo y Remo, los niños fundadores de Roma criados por una loba. Y hoy en día, es cosa de pensar en las noticias.
El segundo libro se llama Elusive childhood y llama la atención sobre el afán de los adultos de querer primero generalizar a los niños, como si hubiera fases por las cuales todos debería pasar sí o sí. Esto no hace más que negar la individualidad de los niños, forzándolos a la uniformidad. Lo segundo es cómo los adultos ignoran a los niños aduciendo que no son racionales o que todavía no manejan el lenguaje, como si la intuición o la comunicación previa al alfabeto no existieran. La autora Susan Honeyman repasa varios textos literarios para dar cuenta cómo los autores intentarían representar esta esquiva infancia. En un capítulo sobre la interrupción del discurso (adulto, por supuesto), Honeyman cita un pasaje de Jane Eyre de Charlotte Brontë. Jane, quien es considerada una mentirosa (esto es antes de conocer al señor Rochester), es prevenida por el señor Brocklehurst (director del colegio Lowood al que envían a Jane) sobre seguir esa senda, diciéndole que los niños malos se van al infierno. Ante la pregunta de cómo evitar esa situación –y ante la cual seguramente el señor Brocklehurst esperaba un nunca volveré a mentir, o será una niña buena- Jane responde que procurará tener una buena salud y no morir.
Al leer los distintos ejemplos pensaba en mi hijo Tony. La semana pasada, él quería salir al jardín para ver cómo le ponían un polerón al perrito de mi mamá. Hacía mucho frío y yo en realidad quería que se quedara adentro, pero le dije: “Es que hace mucho frío afuera”. Él me respondió: “Entonces me abrigaré”. Tenía razón, así que se puso su chaqueta y salió al jardín. Él me enseña todo el tiempo a no subestimarlo.