¿Es infantil una mala palabra?

La portada de Baila y sueña que reúne canciones de cuna y rondas inéditas de Gabriela Mistral.

La portada de Baila y sueña que reúne canciones de cuna y rondas inéditas de Gabriela Mistral.

No recuerdo si he hablado acerca de mi proyecto de título de Doctorado. Tengo la sensación de que había intentado no hacerlo porque todavía se trataba de un trabajo en proceso. Pero ya tengo mi nota (me saqué un 7.0, ¡genial!) y quería comentar algo relacionado con mi objeto de estudio. Parte de mi objeto son las rondas de Gabriela Mistral. Por supuesto, las de Ternura; pero pensé también en incluir las que Luis Vargas Saavedra encontró recientemente y publicó en un nuevo libro llamado Baila y sueña. Una de las razones por las cuales me interesa estudiar las rondas es el hecho de que sean minusvaloradas. Yo no soy la primera en decir esto. Grínor Rojo y Elizabeth Horan han escrito al respecto. Y Mauricio Ostria también lo tiene clarísimo cuando dice: “En ese desolador panorama, producto de la ignorancia y la desidia intelectual, tal vez el libro peor leído de Gabriela Mistral sea Ternura. Es también el más descuidado por la crítica, salvo notables excepciones” (“Releyendo Ternura” 649). Para mí el hecho tiene que ver con que se relacionan las canciones de cuna y las rondas con lecturas dedicadas a niños y niñas –lo que no representa un problema- y a los libros para infantes con lecturas menores, de inferior calidad o, de plano, malas. De hecho, la palabra “infantil” casi es una mala palabra.

Cuando apareció Ternura en 1924, tenía como subtítulo “Canciones de niños”. Para Ostria, fue ese subtítulo el que estigmatizó los versos de Mistral, limitándolos a una “lectura desaprensiva y poco atenta” (650). El crítico considera que Gabriela Mistral debe haberlo notado, porque cuando apareció la segunda edición de Ternura en 1945, el subtítulo era otro: “casi escolares”, poesías casi escolares; es decir, no son para niños. O no son solo para niños y niñas; o el hecho de que sean rondas y canciones de cuna quiera decir que no tienen mérito o profundidad.

Una página interior de Baila y sueña.

Una página interior de Baila y sueña.

Sin embargo, eso de escolares/infantiles allí metido sigue metiendo ruido. Y aquí va una historia reciente. En casa hemos tenido que restringir nuestros gastos, porque las cosas económicamente andan más o menos. Así que no podía pensar en comprar Baila y sueña; no importa, pensé, lo sacaré de la biblioteca de la universidad. Cuando lo busqué en el catálogo online encontré que estaba y partí a sacarlo. No lo encontré en el estante, así que revisé de nuevo el catálogo y me di cuenta de que las copias (que eran unas diez) estaban en un apartado llamado “Sección escolar”. Déjà vu, ¿cierto? No sabía dónde quedaba, así que pregunté a la bibliotecaria, quien amablemente me explicó que esa era una sección solo para escolares y que yo, aunque alumna de la universidad, no podía sacar el libro. Lo irónico de todo este asunto es mi insistencia en que estos no son textos escolares, sino textos a secas; pero la institución los limita a una categoría. Porque esas copias para los escolares están muy bien; el error o la desidia está en concluir que el libro no es necesario para la biblioteca a la que tienen acceso universitarios y profesores.

El asunto me provoca desazón, pero finalmente tengo mi copia. Es una hermosa copia, aunque totalmente brandeada para niños y niñas; además desde una visión romántica, parece que nadie pensó en atraer a la lectura de estas rondas y canciones a las niñas y niños que usan tablets y afines. Lo que me desconsuela es cómo se trata de empequeñecer todo, meterlo en categorías diminutas, seguras, confiables y tan cuadradas que son difíciles de sacudir.