Esta columna debería haber sido publicada en el sitio web del Publimetro el último viernes de 2013. Sin embargo, por esas cosas que tienen que ver con internet y periodismo, no vio la luz. Yo siempre me pregunto cuántas veces se puede insistir –sin parecer obsesiva- en que se les ha olvidado publicar la columna. Lo cierto es que a pesar de los recordatorios y de los “no te preocupes”, al final se les olvidó publicarla. Tiene que ver también, supongo, con el fin de año y el hecho de que mi contacto en Publimetro se fue a un nuevo trabajo y el nuevo, bueno, está habituándose, no lo sé. Pero como decidí que no quería seguir recordándolo, pero no quería perderla, aquí va la columna que debería haber aparecido el 27 de diciembre de 2013.
Cuando llega diciembre solemos ver en los medios listados que resumen el año. Muchas de esas listas pretenden mostrarnos “lo mejor” del año. No sé si eso es factible. Leyendo un libro a la semana para esta columna, todavía deja como lecturas pendientes muchas de las publicaciones que aparecieron este año. Pero sí pensé en que ya que hoy es el último viernes de 2013, podía recordar algunas de las lecturas que más satisfacciones me dejaron, ya bien porque se trataban de libros muy bien escritos o porque sus temáticas era interesantes. Lo importante de leer es disfrutar y no tanto leer siempre “el mejor” libro; a veces textos que parecen más bien simples también pueden darnos momentos inolvidables.
Leñador de Mike Wilson fue todo un descubrimiento este año. Por un lado, es un texto que no trata de acomodarse a nada. Ni en su formato, teniendo en cuenta su nutrido número de páginas, ni en su temática. No es común encontrarnos en el ambiente de los leñadores en el Yukón, de hecho, a priori eso parecería llevarnos a una historia del pasado, cuando el libro es todo o contrario; además de entregar delicadas visiones acerca de cuanto nos rodea.
Los libros de Mistral, y este año hubo varios: desde Poema de Chile a Caminando se siembra, pasando por Motivos de San Francisco. Cada poema o prosa nueva que aparece, como también cada viaje a leer esos textos supuestamente ya conocidos, es una experiencia completa: la belleza de las imágenes, su lucidez. Somos muchos los que pensamos que Mistral no es suficientemente leída y apreciada, porque es una escritora excepcional. Por eso es buena la cantidad y variedad de textos a través de los cuales podemos llegar a ella.
Los textos de crónicas me conquistaron también este año. A mano alzada de Germán Carrasco y Pequeña Biblioteca Nocturna de Óscar Hahn son dos imperdibles. Inteligentes, divertidos, muy bien escritos, abren nuestras mentes, además, a nuevos temas y autores. Son una invitación a seguir leyendo más allá de ellos.
En cuanto a novelas, por supuesto, estuvo Fuerzas Especiales de Diamela Eltit, un relato intenso y que nos ponía sin tapujos de cara a lo que es nuestro país hoy. En el otro espectro, los delicados relatos de Charles-Ferdinand Ramuz en Voces de la montaña con toda la distancia espacial y temporal con que fueron escritos, nos muestra que la literatura se mantiene viva dentro de sus páginas, esperando a que un lector la actualice con su lectura.
Finalmente, quiero mencionar a dos mujeres. Primero los hermosos cuentos de Alice Munro, quien este año ganó el Premio Nobel de Literatura. Mi vida querida, su último texto, fue publicado este año en español. La creación de personajes, el manejo de las historias, la aproximación que logra de lo cotidiano, muestran su maestría en el cuento. La otra mujer no publicó este año, sino que nos abandonó. Doris Lessing murió el 17 de noviembre pasado, pero dejó un extenso legado textual: cuentos, novelas, textos autobiográficos, solo hay que decidirse a abrir uno de ellos y lanzarse a la lectura.
Y ya que con el comienzo de un nuevo año, se suelen pedir deseos o hacer compromisos, tan solo puedo desear que haya muchas y muy buenas lecturas para todos.