Este sábado fuimos a la Feria Internacional del Libro de Santiago (Filsa) en familia, mi esposo, mi hijo y yo. La primera parada era asistir al lanzamiento del libro de Magda Sepúlveda, Ciudad Quiltra. Poesía chilena (1973-2013) -hablaré de esto luego-. Concluido el lanzamiento con una hermosa lectura de Carmen Berenguer, nos fuimos a recorrer la feria. Mi hijo Tony iba pendiente de los estímulos. De hecho, rápidamente dio con un libro del Rayo McQueen, el protagonista de la serie de películas Cars. Siempre vamos a librerías y él conoce la ubicación de la sección para niños; se va directo y me pide que leamos los libros ahí mismo. Esta vez no fue la excepción. El libro era un resumen de la segunda película de Cars, con el acento en la importancia de reconocer a los buenos amigos. De hecho, el libro terminaba con un par de preguntas para el niño: ¿alguna vez te has distanciado de un amigo? ¿Cómo lo solucionaste?
Cuando terminamos la lectura, Tony quería llevarse el libro, pero yo no quería comprar un libro como ese. Anduvimos por varios puestos, pero él insistía en que quería el libro del Rayo McQueen.
Entonces, a lo lejos, divisé el stand del Fondo de Cultura Económica. Lo había estado buscando, porque tiene una hermosa colección de libros ilustrados, textos bien escritos, que no apelan a la obviedad ni a la cursilería, hermosamente ilustrados y de buena calidad en cuanto objetos. Tony tiene varios ya, así que le propuse ir a buscar nuevos libros de uno de sus autores de cabecera, Oliver Jeffers. Había dos que no tenía en que el protagonista es siempre el mismo niño sin nombre. Optó por Arriba y abajo, en que vuelve a aparecer el pingüino que el niño conoció en Perdido y encontrado. Yo, además, le compré un Hansel y Gretel en versión de Anthony Browne, porque me gusta que tenga los clásicos y ambos somos admiradores de Browne. Estuve a punto de comprarle un de relatos de Leonora Carrington, una joya. Me arrepiento un poco, pero supongo que habrá otras oportunidades.
Ya con los libros en la bolsa, Tony corrió buscando un lugar donde sentarnos y leer su nuevo libro. Nos llevó hasta la escalera que conecta los niveles de la Estación Mapocho y le leí su nuevo cuento. También trataba sobre la amistad y su importancia. Pero era original, divertido, estimulante, bien escrito. Finalmente terminamos llevando literatura para niños y no, simplemente, libros marqueteados para el mercado infantil, probablemente un buen negocio, pero no en términos de que tengamos jóvenes lectores.
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