Un año de reseñas en Publimetro

Pantallazo de la primera columna sobre Jeanette Winterson y su libro ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?

Pantallazo de la primera columna sobre Jeanette Winterson y su libro ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?

Hace poco más de un año recibí un mensaje en que me proponían tener una columna semanal de libros en el sitio web de Publimetro. Estaba recién comenzando el doctorado y con una formación de periodista en que trabajé durante años escribiendo notas diarias, la invitación me pareció un sueño. Allí podría dedicarme a la literatura y también escribir de forma periódica, acorde a mi formación. Este 22 de marzo se cumple un año desde mi primera reseña en el sitio web del diario.

Cuando comencé a escribir las reseñas no tenía un plan muy estructurado, salvo que no fueran académicas y que incorporaran una veta personal, si la lectura me había comprometido en lo personal, bueno, que se notara en la escritura. Mi primera columna fue sobre un libro que adoro: ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? De Jeanette Winterson. La segunda fue de un libro que terminé con dificultad, un texto pretencioso con un protagonista odioso y muy caricaturizado, pero que el autor consideraba, aparentemente, un genio. Era un libro aleccionador y que se tomaba demasiado en serio. Y a pesar de que consideré que era un mal libro y que le otorgué una reseña poco alentadora, quedé con un mal sabor de boca. Le di varias vueltas al asunto y me di cuenta de que no me había gustado ocupar ese espacio semanal en otorgar una mala crítica. No es que el libro no la mereciera, no se trata de eso. Pero pensé que si se lee poco y alguien puede sentirse motivado al llegar a una reseña mía, ¿no sería mejor que lo motivara a leer que a no leer?

Hace un tiempo leí una excelente nota al respecto. Dos críticas estadounidenses hablaban sobre el tema. Ambas concluían que debe haber buenas y malas críticas, pero me interesó en especial una que había llegado a mi misma conclusión en un momento de su actividad crítica: no quería malgastar el tiempo en libros que no lo merecían. Había cambiado de opinión luego, creo que después de leer un libro en particular, y había decidido hacer malas críticas también porque es parte de la labor. Yo concuerdo con ella y valoro que haya críticas buenas y malas, tal vez en el futuro decida volver a hacerlas si encuentro que un libro se lo merece.

Sin embargo, por el momento, he decidido escribir –al menos en la columna de Publimetro- solo sobre libros que encuentro buenos. Lo pongo en cursivas porque esto no quiere decir que todos sean obras maestras, aunque he leído varios que he encontrado excepcionales; pero sí que se trata de textos que he valorado por su prosa, la construcción de personajes, la trama, el manejo del suspenso, etc. Las razones pueden ser variadas.

Dicho eso, hago mi propia celebración de haber estado durante un año publicando semanalmente una columna (lo que quiere decir que he aumentado muchísimo la cantidad de libros que leo, ya que no todos acaban en la columna) y festejo también que sigo haciéndolo. De hecho, después de terminar de escribir este post, comenzaré a redactar mi próxima columna.


Para ver mi primera columna en Publimetro, hagan clic aquí.

Los interesados en revisar mis otras reseñas, pueden revisar el recuadro “Mi columna en Publimetro.cl” que se encuentra a la derecha en mi blog. Además en la pestaña “Críticas y Reseñas” que se encuentra arriba, pueden encontrar más material. Allí voy subiendo también las columnas que he publicado en el diario (su edición virtual) para que no se me pierdan. ¡Saludos!

Debatiendo en torno al archivo

Afiche de la Jornada Desclasificar el Archivo

Afiche de la Jornada Desclasificar el Archivo

Me gusta el título del evento organizado por los doctorandos de Literatura UC: “Jornada Desclasificar el Archivo: teorías, materialidades, proyecciones”. Al pensar en archivo, me vienen varias ideas a la cabeza; algunas tienen que ver con archivos físicos, cajas y archivadores llenos de material. Otras tienen que ver con el trabajo previo: las personas que revisan, juntan, catalogan y dan forma a los archivos. Ciertamente es importante, pero los archivos no fueron hechos para ocupar espacio, ya sea en una sala o en el disco duro de un computador. Los archivos abren posibilidades para que otros accedan, estudien, investiguen, postulen, propongan, es decir, son indispensables en la línea de generar más conocimiento. Por eso me gusta el título de la jornada, los archivos no están hechos para cerrarse en sí mismos, sino para ser abiertos y comunicados: desclasificados, apelando a la palabra que se usa cuando los archivos que permanecían protegidos por el secreto, son liberados.

Desclasificar también nos habla de hablar sobre los archivos, su teoría y su práctica. Lo que significan, pero también los trabajos archivísticos que se están realizando actualmente en el país, cómo operan las instituciones locales con distintos tipos de archivos y qué dicen los expertos internacionales al respecto. Todo eso es lo que contempla esta jornada que se realizará los días jueves 27 y viernes 28 de marzo. Las actividades se realizarán principalmente en la Universidad Católica, entre la Casa Central y el Centro de Extensión, aunque también habrá una conferencia en la BiblioGam, que está ubicada casi al frente de la UC en la Alameda.

A continuación, transcribo el programa completo:

Jueves 27 de marzo

09.00: Inauguración. Auditorio 1, piso 2, Centro de Extensión UC.

09.30: Conversatorio “Materialidades visuales y resguardo: ¿Cómo se construye un archivo?”.

Participan:

-Gabriel Cea (Cineteca Nacional de Chile): “El nacimiento del cine en Magallanes 1918-1922 (Radonich/Bohr)”.

-María de la Luz Hurtado (chileescena.cl): “Investigación y curatoría en chileescena.cl: potenciando accesos y productividades múltiples”.

-Samuel Salgado (Centro Nacional de Patrimonio Fotográfico): “El resguardo del patrimonio público: archivos fotográficos en Chile”.

-Susana Foxley (Facultad de Comunicaciones UC): “Portal web Archivo Fílmico UC: Miradas visibles”.

Modera: Ximena Vergara (Programa Doctorado Literatura UC).

Auditorio 1, piso 2, Centro de Extensión UC.

12.00: Lanzamiento de especial Revista Chasqui “Archivo y memoria. Culturas subversivas de la memoria en arte literatura, ensayo y en la experiencia cotidiana. Latinoamérica 1970-2010”.

Participan: Magda Sepúlveda (UC) Rubí Carreño (UC),  Fernando Pérez (Universidad Alberto Hurtado).

19.30: Conferencia Magistral de Jorge La Ferla (Universidad de Buenos Aires): “Praxis de Archivos Audiovisuales en América Latina”.

BiblioGam.

Viernes 28 de marzo

09.30: Conversatorio “Políticas institucionales: Archivo y patrimonio”.

Participan:

-Jaime Rosenblitt (DIBAM): “El historiador: la principal amenaza del documento”.

-Alejandra Araya (Archivo Bello Universidad de Chile): “Poner en valor una institución: el caso del Archivo Central Andrés Bello de la Universidad de Chile”.

-María Luisa Ortiz (Archivo Museo de la Memoria): “El Archivo del MMDH: Construcción, accesos y usos”.

-Rodrigo Sandoval (Archivo de Música Popular IMUC): “Función y clasificación en el archivo”.

Modera: Pía Gutiérrez (Programa Doctorado Literatura UC).

Auditorio de la Facultad de Comunicaciones, Casa Central UC.

12.00: Presentación y debate: “El trabajo con materiales encontrados: archivo, forma, poesía”. Se proyectará “Video Papel: subversión de archivos audiovisuales de dominio público” (29 min.) realizado por el artista Gonzalo Aguirre.

Participan: Wolfgang Bongers (UC) y Gonzalo Aguirre (videísta).

Sala de Cine UC, Casa Central UC.

15.30: Lanzamiento de proyectos asociados al archivo en los que participan alumnos que integran el Programa de Doctorado en Literatura UC.

Participan:

-Andrea Jeftanovic: “Archivo Isidora Aguirre: Conservación y difusión de su fondo documental” (FONDART Nacional, Investigación 2014. N° 48520).

-Lina María Barrero, Alessandro Chiaretti y Marcela Torres: “Si estoy en tu memoria, soy parte de la historia. Rescate Colección Comisión Chilena de Derechos Humanos” (FONDART Regional. Conservación y difusión del patrimonio puesta en valor de colecciones 2014. Nº 49781).

-Javiera Larraín y Jimmy Gavilán: “Historia de la Dirección Teatral en Chile: 1940-1979” (FONDART de Investigación Nacional 2013- 2015. N° 4452).

-Andrés Grumann: “Prácticas del archivamiento en danza: contextos y lugares en movimiento” (FONDECYT de Iniciación, nº 11130532, 2013-2015).

-Milena Grass, Isabel Sierralta y Ximena Vergara: “El desafío de la televisión y el cambio de las audiencias para el teatro y el cine. Un caso  de estudio: la Escuela de Artes de la Comunicación UC, 1968-1978” (FONDECYT Regular n° 1131115, 2013-2015).

Presenta: Marcelo González (Programa Doctorado Literatura UC).

19.30: Conferencia magistral de Sven Spieker (University of California): “El archivo en el arte contemporáneo”.

Sala Colorada, Centro de Extensión UC.

Más información en: https://www.facebook.com/desclasificarelarchivo

¿Nos dan lecciones los libros?

Tony y yo leyendo Bajo la misma estrella de John Green

Tony y yo leyendo Bajo la misma estrella de John Green

Estos últimos días he tenido varias ideas sobre las cuales escribir, pero ya que estamos de vacaciones en casa, las horas de escritura, en realidad, se han esfumado un poco. Las de lectura, en cambio se han acrecentado. Por eso, cuando vi que en un blog que sigo proponían leer en el club de lectura de febrero Bajo la misma estrella de John Green, no me resistí. Primero pensé en comprarlo, pero la verdad es que estamos caminando por la vereda de la frugalidad en estos momentos; así que mejor lo posteé en Facebook y me llegó al otro día un mensaje genial: ¡alguien tenía el libro y me lo prestaba! (¡¡Muchas gracias!!). Ya lo terminé. No fue una tarea difícil, de hecho, si no tuviera un hijo y otras lecturas que hacer, habría terminado rápidamente sus 300 páginas, porque es un texto muy ágil, se desliza sin necesidad de hacer una lectura rápida, que es cuando le pego una mirada a la página para poder pasarla de una vez. Lo admití. Eso hago a veces, aunque no con los libros que finalmente reseño, porque –no sé si alguna vez he comentado esto en el blog- hace un tiempo ya decidí reseñar solo libros que encuentre buenos, que me gusten por algún motivo; no tienen que ser perfectos ni obras maestras, pero sí agrupar ciertas cualidades: a veces se trata de la historia; otra, de los personajes; o de la forma en que es narrada; otras, todas las anteriores.

Como decía, leí atenta, pero rápidamente este libro que me gustó tanto, que decidí hacer una reseña para Publimetro. Debo mandar la reseña para que sea publicada hoy viernes de San Valentín, ojalá. Debido a que el momento de la publicación es un tanto incierto, decidí omitir cualquier mención al día aquel, aunque el libro sea sobre una historia de amor; entre otros temas. La historia de amor de Hazel y Augustus, dos jóvenes con cáncer. (La reseña fue publicada el 3 de marzo, pueden verla aquí).

En la reseña hago mención a la siguiente cita: “Hazel es diferente. Camina ligera, Van Houten. Camina ligera sin tocar el suelo” (299). Augustus describe de esa manera a Hazel. Me impactó, esa es la verdad, porque me puse a pensar en cómo camina una por la vida, cómo camino yo por la vida. Creo que la mayor parte del tiempo siento este inmenso peso sobre los hombros (ver cita a Paul McCartney en mi reseña), como ahora. Qué maravilla poder, a pesar de la vida, de la enfermedad, de los tropiezos, poder caminar ligera. Leía en una reseña de The Guardian que lo que más le gustaba a la crítica era cómo Hazel no se proponía aceptar su enfermedad, sino aceptar la vida. Es decir, disfrutar de lo que podamos obtener de la vida. Es como ese dicho de si la vida te da limones, entonces haz limonada. Pero mejor, todavía: una limonada dulce y rosada.

No suelo leer libro por las lecciones que implican para la vida. Me gusta leer por placer. Estudio los libros y escribo sobre ellos porque los amo –y en parte por eso me he abstenido de reseñar libros que no logren pasar la prueba-. Pero debo reconocer que este libro me ha dado algunas lecciones. Lo que sí tengo claro es que se aprende leyendo. Yo he aprendido muchas cosas: palabras nuevas, anécdotas, historias, a escribir, a tener paciencia, a disfrutar tendida en una cama, a andar siempre con un libro en la cartera, para aprovechar cada momento… En este caso recibí una lección mientras leía un texto ágil, bien escrito, con personajes increíblemente bien configurados, llenos de sutilezas y rasgos contradictorios, como es una, ¿no?

Lecturas que me conquistaron durante 2013

recuento_2013_columnaEsta columna debería haber sido publicada en el sitio web del Publimetro el último viernes de 2013. Sin embargo, por esas cosas que tienen que ver con internet y periodismo, no vio la luz. Yo siempre me pregunto cuántas veces se puede insistir –sin parecer obsesiva- en que se les ha olvidado publicar la columna. Lo cierto es que a pesar de los recordatorios y de los “no te preocupes”, al final se les olvidó publicarla. Tiene que ver también, supongo, con el fin de año y el hecho de que mi contacto en Publimetro se fue a un nuevo trabajo y el nuevo, bueno, está habituándose, no lo sé. Pero como decidí que no quería seguir recordándolo, pero no quería perderla, aquí va la columna que debería haber aparecido el 27 de diciembre de 2013.

Cuando llega diciembre solemos ver en los medios listados que resumen el año. Muchas de esas listas pretenden mostrarnos “lo mejor” del año. No sé si eso es factible. Leyendo un libro a la semana para esta columna, todavía deja como lecturas pendientes muchas de las publicaciones que aparecieron este año. Pero sí pensé en que ya que hoy es el último viernes de 2013, podía recordar algunas de las lecturas que más satisfacciones me dejaron, ya bien porque se trataban de libros muy bien escritos o porque sus temáticas era interesantes. Lo importante de leer es disfrutar y no tanto leer siempre “el mejor” libro; a veces textos que parecen más bien simples también pueden darnos momentos inolvidables.

Leñador de Mike Wilson fue todo un descubrimiento este año. Por un lado, es un texto que no trata de acomodarse a nada. Ni en su formato, teniendo en cuenta su nutrido número de páginas, ni en su temática. No es común encontrarnos en el ambiente de los leñadores en el Yukón, de hecho, a priori eso parecería llevarnos a una historia del pasado, cuando el libro es todo o contrario; además de entregar delicadas visiones acerca de cuanto nos rodea.

Los libros de Mistral, y este año hubo varios: desde Poema de Chile a Caminando se siembra, pasando por Motivos de San Francisco. Cada poema o prosa nueva que aparece, como también cada viaje a leer esos textos supuestamente ya conocidos, es una experiencia completa: la belleza de las imágenes, su lucidez. Somos muchos los que pensamos que Mistral no es suficientemente leída y apreciada, porque es una escritora excepcional. Por eso es buena la cantidad y variedad de textos a través de los cuales podemos llegar a ella.

Los textos de crónicas me conquistaron también este año. A mano alzada de Germán Carrasco y Pequeña Biblioteca Nocturna de Óscar Hahn son dos imperdibles. Inteligentes, divertidos, muy bien escritos, abren nuestras mentes, además, a nuevos temas y autores. Son una invitación a seguir leyendo más allá de ellos.

En cuanto a novelas, por supuesto, estuvo Fuerzas Especiales de Diamela Eltit, un relato intenso y que nos ponía sin tapujos de cara a lo que es nuestro país hoy. En el otro espectro, los delicados relatos de Charles-Ferdinand Ramuz en Voces de la montaña con toda la distancia espacial y temporal con que fueron escritos, nos muestra que la literatura se mantiene viva dentro de sus páginas, esperando a que un lector la actualice con su lectura.

Finalmente, quiero mencionar a dos mujeres. Primero los hermosos cuentos de Alice Munro, quien este año ganó el Premio Nobel de Literatura. Mi vida querida, su último texto, fue publicado este año en español. La creación de personajes, el manejo de las historias, la aproximación que logra de lo cotidiano, muestran su maestría en el cuento. La otra mujer no publicó este año, sino que nos abandonó. Doris Lessing murió el 17 de noviembre pasado, pero dejó un extenso legado textual: cuentos, novelas, textos autobiográficos, solo hay que decidirse a abrir uno de ellos y lanzarse a la lectura.

Y ya que con el comienzo de un nuevo año, se suelen pedir deseos o hacer compromisos, tan solo puedo desear que haya muchas y muy buenas lecturas para todos.

Llegó el verano

Tony disfrutando del verano en el bosque.

Tony disfrutando del verano en el bosque.

Aunque no las vacaciones… Echaba mucho de menos escribir, pero el fin de semestre ha sido una locura. Entre las actividades de fin de año de Tony en el jardín infantil hasta las correcciones de último minuto de trabajos de clases, el tiempo se escapa de las manos. Hace un par de meses podía quedarme hasta muy tarde escribiendo, pero ahora mi mente se pierde pensando en galletas de Navidad y la verdad es que me cuesta mantenerme despierta. Al menos ya no es necesario despertarse a las 6.30 de la mañana porque Tony salió de vacaciones.

Pero ya que hoy es el solsticio de verano, me vino a la mente Dylan Thomas. El poeta galés es un favorito de mi papá, así que desde muy niña lo vi en la biblioteca hogareña. Adoraba –todavía lo hago- Retrato de un artista cachorro, poético, fresco, hermoso. El nombre les recordará El retrato del artista adolescente de Joyce, que, aunque también me gusta, también es un poco deprimente, o al menos su lectura me producía una gran tristeza.

Entrando al bosque.

Entrando al bosque.

Como decía, pienso en Thomas y me imagino Gales verde, con calor y una brisa fresca. Todo lo contrario a lo que yo conocí. Ya que viajé a Gales en pleno invierno –hace ya muchos años-. Era verde, claro, pero muy helada y casi no paró de llover. Thomas tiene un poema que se llama “I see the boys of summer”. El título llama imágenes que el primer verso deshace; a los niños animados, alegres corriendo por la playa, opone un “I see the boys of summer in their ruin”. ¿Está hablando entonces de niños del pasado? ¿Qué es lo que está en la ruina? ¿Siguen siendo niños, aunque estén prontos a morir? Ante esas preguntas es difícil saber si está siendo negativo, tal vez solo está viendo que todo lo que nace nos abandona también; así como después del día y del sol brillante, vendrá la noche y la oscuridad.

El poema está compuesto de tres partes y nueve estrofas. La tercera me gusta mucho:

I see the summer children in their mothers

Split up the brawned womb’s weathers,

Divide the night and day with fairy thumbs;

There in the deep with quartered shades

Of sun and moon they paint their dams

As sunlight paints the shelling of their heads

Mi pequeño libro de Dylan Thoman, en el que leí “I see the boys of summer”.

Mi pequeño libro de Dylan Thomas, en el que leí “I see the boys of summer”.

Los niños del verano dentro de sus madres. Me hace pensar en mi hijo, quien nació a principios de diciembre, casi en el verano. Pero ese año hacía muchísimo calor. Recuerdo que ya no soportaba el calor, mi vientre gigante y mis pies hinchados. Y cuando nació, se llenó de un sarpullido por el calor que hacía en la clínica. Se lo quité lavándolo con leche de avena que yo misma preparaba. Dándole vueltas a Thomas, no resulta tan extraño esa idea de los niños entre el sol y la luna, entre el día y la noche. Por supuesto, eso se puede interpretar de distintas maneras; pero me gusta pensar que mi hijo tiene tanto del sol como de luna.

Entonces, ¿ve en los niños ya lo que acabarán siendo? ¿Y qué clase de ruina será esa? Porque habla de exorcizar la muerte, de desafiar incluso las estaciones, aquello que se supone predeterminado. Me recuerda el título de otro de sus poemas: “And death shall have no dominion”. Me hace pensar también en el verano: luz, vida, estar al aire libre. La muerte da paso a la vida, como el invierno dio paso al verano. Ahora, ¡a disfrutarlo!

 

Vidas mínimas por Doris Lessing

Doris Lessing recibió el Premio Nobel de Literatura en 2007.

Doris Lessing recibió el Premio Nobel de Literatura en 2007.

Ya ha pasado su tiempo desde que Doris Lessing murió (el 17 de noviembre) y no es que haya necesitado estas semanas (solo) para digerir la noticia, después de todo, su obra sigue aquí; pero no estaba segura sobre qué escribir. No quería convertir estas líneas en una sarta de lugares comunes o en una biografía que bien se puede sacar de Wikipedia. Así que después de darle vueltas al asunto, decidí ir a lo específico –muy específico, incluso-, hablar de un cuento: “El sol entre las patas”. Esta historia aparece en el volumen Un hombre y dos mujeres (publicado originalmente en 1963). Con respecto al título fue amor a primera vista por dos motivos. Primero la presencia del sol, sobre lo cual no tengo más que decir que fue pura intuición; pero luego estaban “las patas”, no los pies, sino las patas, lo que ya hacía prever que sería posible encontrar una perspectiva diferente en el relato.

El cuento nos presenta un espacio al aire libre, en que el sol es protagónico. Se nos habla de cómo va haciéndose más grande y fuerte a medida que avanza la mañana, dando lugar a un lugar muy seco sin llegar a ser un completo desierto. Algunas palabras nos ayudan a situarnos en África, se menciona a los bosquimanos, por ejemplo, y sabemos que estamos en una reserva, pero no hay más seres humanos que una mujer. “Había llovido la noche anterior, la corta hierba que me rozaba los tobillos estaba todavía húmeda y el primer sol no había tocado la arena. Había un afilado saliente de roca en mitad del espacio. La roca estaba húmeda y yo sentía que la humedad caliente subía por mis piernas desnudas (58). Ese párrafo es una muestra del detalle con que la narradora nos habla del espacio y también es el párrafo en que se posiciona, la narradora habla desde un yo, pero no busca relatar su experiencia, sino la experiencia de otros.

La portada de Un hombre y dos mujeres

La portada de Un hombre y dos mujeres

Esos otros son dos escarabajos peloteros, de esos que forman bolas con el estiércol y las trasladan. Página tras página –no tantas, sin embargo, es un relato breve-, la narradora cuenta la lucha de los dos escarabajos en contra del espacio y los obstáculos que encuentran. Aquella pequeña saliente de roca que se menciona en el texto será el gran impedimento de los dos escarabajos y su bola de estiércol que una y otra vez se devuelve o va a parar al agua, pero nunca al lugar que ellos esperan. La mujer que nos va contando cómo el sol llega a su punto más alto y luego empieza a descender dando a entender que los escarabajos han estado enfrascados todo el día en una tarea que probablemente no logarán cumplir, no será siempre una testigo pasiva, sino que tratará de encauzar a los escarabajos sin éxito. Al final cada uno se labra su propio camino, aunque no nos lleve a ningún lado.

Tenía razón con que lo de las patas era llamativo, no eran patas de un mamífero como había pensado cuando me topé por primera vez con ese título; la historia de esos dos perseverantes escarabajos era inesperada. Una pequeña historia contada con maestría por Lessing, dando a entender que no hay criaturas pequeñas, o más bien que tanto las criaturas grandes como las pequeñas, tienen su propia vida y toman sus propias decisiones. En cuanto al sol del título, no se trata de la gran bola incandescente del cielo, aunque el cuento nos lo trae a colación en forma constante, sino de la pequeña bola de estiércol de los escarabajos, ese es su sol, en torno a esa bola es que gira su mundo. Una belleza de relato.

Y recordando algunos datos biográficos, “El sol entre las patas” ocurre claramente en Rodesia, donde Lessing vivió por más de veinte años cuando era joven. Dice en el cuento: “Porque se conservaban restos de fortificaciones construidas con tierra y piedras por los Mashona para defenderse de los Matabele, cuando llegaron cabalgando detrás del ganado y de las mujeres, antes de que Rhodes terminara con todo aquello” (57). Cecil Rhodes conquistó la región que terminó recibiendo su nombre. ¿Será la misma Lessing aquella mujer que presencia y relata la aventura de los escarabajos? Para seguir imaginando…

Presentación de Machetazos y algunas digresiones

Las copias de Machetazos en la librería

Las copias de Machetazos en la librería

No suelo ir a lanzamientos de libros. Tiene que ver con el horario, en general interfieren con la hora de levar a mi hijo a la cama, lo que es, por supuesto, todo un ritual: ponerse piyama, ir al baño, lavarse los dientes, acostarse, leer un cuento y apagar la luz a las 9 de la noche. Como comprenderán, eso no toma cinco minutos. Las presentaciones de libros podrían ser en la mañana. Pero el pasado 31 de octubre fue Halloween. Habíamos salido a buscar dulces con Tony disfrazado de Luke Skywalker y vi que habría una presentación del libro Machetazos a las 21 horas en la librería Qué Leo de Ñuñoa. Así que partimos los tres: Tony, mi esposo y yo.

La presentación fue una conversación más bien informal entre el dueño de casa Gonzalo Maza y dos de los autores del libro: María José Viera-Gallo y Francisco Ortega. Machetazos (Ediciones B) es un libro que reúne las historias de terror de Viera-Gallo y Ortega, además de Álvaro Bisama, Pablo Illanes y Felipe Ossandón. Según contaron, la idea del libro fue de Patricio Jara, quien convocó a los autores con un pie forzado: que las historias de terror no se basaran en lo sobrenatural, así que nada de fantasmas o monstruos o, al menos, no de esos monstruos a los que las fábulas han acostumbrado a nuestra imaginación, sino de esos monstruos que dan más miedo: seres humanos capaces de cometer las acciones más horrorosas. Entre las historias, hay una ficcionalización en torno al asesinato del sacerdote Faustino Gazziero por Rodrigo Orias en la Catedral de Santiago; y en otra, una nieta descubre que su abuela fue torturadora de la Dina.

Dos de los autores: María José Viera-Galo y Francisco Ortega.

Dos de los autores: María José Viera-Galo y Francisco Ortega.

Como decían los autores, no es de extrañar que a 40 años del golpe de Estado de 1973 aparezca un libro como este, en que la ficción nos ayuda a lidiar con aquellos temas que parecen demasiado terribles de resolver de otra manera. Adorno se preguntaba cómo era posible escribir poesía después de los campos de exterminio de los nazis y Sartre en la obligación de escribir. La manera en que se haga la hallará cada quien: ¿cuentos de terror? ¿Por qué no? Como dijo María José Viera-Gallo en la presentación lo sobrenatural –lo imaginario- nos sirve para entender el mundo en que vivimos; por algo la tradición de los cuentos y las fábulas.

Donald Sutherland en No mires ahora, de Nicholas Roeg.

Donald Sutherland en No mires ahora, de Nicholas Roeg.

En cuanto al terror, ahí hay otro asunto. Los autores confesaban una suerte de gusto por asustarse. Y recordaron algunos clásicos, en general películas. Una de las mencionadas fue uno de los mayores temores que tuve cuando niña y, de hecho, hasta hoy, me da terror pensar en la niña de impermeable rojo a punto de voltearse. Es una de las escenas de No mires ahora, una película protagonizada por Donald Sutherland y Julie Christie. La película dirigida por Nicholas Roeg está basada en una historia de Daphne Du Maurier, quien también está detrás de Los pájaros de Hitchcock. Así que ahora buscaré la historia original para leerla. El filme ocurre en Venecia a donde la pareja formada por Christie y Sutherland viaja después de la muerte de una hija. Extrañamente el día de la presentación, mi hijo Tony insistió en que compráramos Olivia en Venecia, que hemos venido leyendo todos los días. Y en otra sincronía, la película está programada en el canal Europa Europa, aunque con el estúpido título de Venecia Rojo Shocking. Sutherland me daba un poco de miedo cuando niña, aunque creo que el culpable es Los profanadores de cuerpos, no logro quitarme de la cabeza la escena en que Veronica Cartwright se acerca a él solo para descubrir que él ya se ha convertido y la mira con una mezcla de odio/horror/asco, la indica con el dedo y grita. Un recuerdo terrorífico para terminar la nota.

Evelyn Waugh y el periodismo

noticia_bombaNo recuerdo haberme reído tanto leyendo un libro, como cuando gocé de principio a fin ¡Noticia bomba! (1938) de Evelyn Waugh (1903-1966). El autor inglés es conocido por esa obra fundamental Retorno a Brideshead, la que no solo es una pieza hermosa de escritura, sino que sobrepobló al castellano de la palabra revisitado, por su título en inglés, Brideshead revisited. Yo antes de atreverme a leer ese libro, que era además un tesoro para mis padres, preferí lanzarme con ¡Noticia bomba!, era, después de todo, una época en la que soñaba con convertirme en periodista. Bueno, nada mejor que este libro para aterrizarla a una con respecto a mi primera profesión.

El libro gira en torno al personaje William Boot que por un error termina convertido en corresponsal de guerra en África. Waugh se basó en su experiencia como corresponsal en Etiopía, pero en su escrito prefirió ubicar la acción en un país ficticio. Boot no sabe nada de cubrir una guerra, de hecho, sabe y poco nada de periodismo, aunque es un colaborador en un diario, pero sus escritos son sobre la naturaleza. Por eso, cuando le asignan esta corresponsalía se verá envuelto en un malentendido tras otro. Mientras Boot confunde terminología periodística y se siente realmente perdido, Waugh, por su parte, sabe muy bien de lo que habla, su afán es mostrar al periodismo de forma descarnada. A la distancia, pienso en ese dicho “entre broma y broma, la verdad asoma”, porque una podrá reírse a carcajadas (de hecho, tal vez no es buena idea tenerla como lectura en el metro), pero la crítica es despiadada.

Y no me malentiendan, todavía amo el periodismo y creo que pueden escribirse textos increíbles, hermosos y también reveladores; pero la maquinaria que mueve al periodismo puede ser difícil de sobrellevar, tanto como periodista como lector/auditor/televidente. Una de mis principales objeciones –y tengo varias- es la falacia de la objetividad. Cuántas horas de estudio dedicamos durante los años de universidad a una palabra que en la realidad está lejos de existir como práctica. Cómo podría serlo si los medios pertenecen a gente con ideologías determinadas; los editores y periodistas también las tenemos: posiciones claras desde donde escribimos o perspectivas que nuestros jefes se preocupan de que tengamos en cuenta. Es extraño, porque pareciera ser tan transparente, porque vemos las noticias o leemos el diario o escuchamos la radio, y pareciera que todo está ahí. Y no.

La forma de hacer periodismo ha cambiado en cuanto a las tecnologías. Boot tenía que enviar cables con sus notas, y yo a veces las dictaba por celular para alcanzar a salir en la primera edición del diario. Pero más allá de eso, ¡Noticia bomba! es un libro completamente vigente e hilarante.

Finale de Alice Munro

Mi vida querida, de Alice Munro

Mi vida querida, de Alice Munro

Hay algo poético en la forma en que Alice Munro cierra Mi vida querida (Lumen 2013), su último libro de cuentos publicados y probablemente lo último que tengamos de ella, según la misma autora lo ha manifestado después de que se le diera el Premio Nobel de Literatura.

Los últimos cuatro cuentos están encabezados por el subtítulo “Finale”, que, ya lo sabemos, quiere decir “final”, pero ¿de qué clase de final estamos hablando? El diccionario de Oxford nos dice que finale es la última parte de una pieza de música, o de un evento público o de entretención, que es especialmente dramático o emocionante. Su uso, entonces, no está tan vinculado a las letras, como sí a una ópera o, incluso, al último capítulo de una serie de televisión: el grand finale en que se descubre algo, o hay muertes terribles, o cambios de rumbos completos.

En Mi vida querida hay efectivamente un quiebre, que es anotado textualmente por la autora: ha separado los últimos cuatro textos debido a su carácter autobiográfico. Escribe Munro que las últimas cuatro piezas “[f]orman una unidad distinta, que es autobiográfica de sentimiento aunque a veces no llegue a serlo del todo” (269). La escritora establece una advertencia: los cuatro últimos textos no son precisamente cuentos, pero tampoco son narraciones autobiográficas en toda su extensión. Me gusta la forma en que lo llama “autobiográfica de sentimiento”. Esto me lleva a varias digresiones. Una de ellas es que toda narración del yo es una forma de ficcionalidad, como lo dice Pozuelo Yvancos. No podría ser de otra manera cuando nos remontamos a la niñez y tratamos de captar esa voz que teníamos: los recuerdos se van armando o rearmando, se agregan diálogos, ambientes. Claramente ahí hay una construcción, pero pareciera que Munro nos quiere decir que los detalles pueden estar inventados -como el recuerdo del olor a cigarro y de un perfume  en particular sentido al subir las escaleras, la forma en que las personas estaban sentadas, por nombrar algunos-; pero el espíritu de esas historias, no.

Por eso, y como ella ya habló de la autobiografía, es la propia Munro la que trae la palabra al tapete, una termina entendiendo que el referente extratextual del yo de esas cuatro narraciones, es la escritora Alice Munro. Yo la imagino sentada en su escritorio, escribiendo; pero los textos nos invitan a imaginarla como niña: “Pero no soy una chica protestona que se pasa el día enfurruñada. Aún no, aquí estoy, con diez años más o menos, entusiasmada por ponerme un vestido bonito y acompañar a mi madre a un baile” (301-302). Destaco el uso del deíctico, ¿no llama acaso la atención el aquí? Me sacó inmediatamente del escritorio ficticio de Munro a la casa de madera y revestida en ladrillos, “de tamaño decente” (320), casi en el campo, pero muy cerca de la ciudad, en la que la niña Alice pasó sus años de infancia y adolescencia. Ella misma ha viajado a ese lugar y reconocemos entonces una ficción: la narradora es una niña, la niña que fue –o que tal vez fue- Alice Munro.

La primera historia “El ojo” se centra en Sadie, una joven que trabaja en casa de los Munro, ayudando a la madre con las tareas del hogar. Es interesante cómo la narradora va hilando la cotidianidad del hogar, cómo Sadie ayuda en casa, pero no es la encargada de todas las cosas. A medida que leamos las cuatro historias finales, cada vez se irá desnudando más la familia Munro, en especial la madre de Alice: una mujer educada proveniente de una familia humilde, pero que no logró surgir todo cuanto hubiera querido: “no había conseguido la posición a la que aspiraba ni los amigos que le hubiera gustado tener en el pueblo” (301). Munro no edulcora a su madre, de la cual sabemos incluso que no le caía bien a las personas, ni siquiera a su propia familia; pero tampoco le quita humanidad. Como lo suele hacer con sus personajes de los cuentos, la narradora no juzga a su madre ni a su padre, aunque sí pareciera que él era un hombre más satisfecho de la vida que su esposa. En vez de juzgar, lo que hace es dibujarlos en su humanidad, con los gestos salvadores y sus pequeñeces. Y lo más increíble de todo, es que logra hacer eso con ella misma, con la pequeña Alice y la Alice madura que no vuelve a casa para el entierro de su madre, no porque no la hubiera querido:

Tenía dos hijos pequeños, y a nadie en Vancouver con quien dejarlos. No estábamos para gastar dinero en viajes, y mi marido despreciaba las formalidades. Aunque ¿por qué achacárselo a él, de todos modos? Yo sentía lo mismo. Solemos decir que hay cosas que no se pueden perdonar, o que nunca podremos perdonarnos. Y sin embargo lo hacemos, lo hacemos a todas horas” (333).

Me gustaría escribir mucho más sobre estos textos, como la decisión de la narradora de recordar como Anna de Green Gables, más que nada porque adoraba la miniserie sobre ese personaje y su mención me dice que no siga postergando la lectura de los libros. También que es emocionante la forma en que los relatos fluyen de tal manera que es como si estuviéramos leyendo un solo texto, en que las anécdotas nos van mostrando cómo era la cotidianidad en que nació y se crió Munro. También que en esas líneas veo también otros relatos, los no autobiográficos, pequeños detalles que llevan a recordar a la madre, al padre, y también a las ambientaciones, especialmente aquellos que ocurren en esos parajes que no son ni campo ni ciudad, sino un entremedio. Pero quiero cerrar estas palabras volviendo a lo de finale. Ahora que ella ganó el Nobel y que ha dicho que puede que no vuelva a publicar, qué más emocionante gran final que cerrar sus cuentos con historias que nos dirigen a ella, de una manera tan personal, tan íntima como puede serlo el volcarse autobiográficamente en sus páginas, y más aún si eso significa “autobiográfica de sentimiento”.

Pueden leer la columna que escribí en el Diario Publimetro sobre el Premio Nobel de Literatura para Alice Munro haciendo clic aquí.

Bridget Jones viuda

La portada de Bridget Jones. Mad about the boy.

La portada de Bridget Jones. Mad about the boy.

No me cuesta imaginarme a Bridget Jones viuda, pero sí con dos hijos. Pienso en esos pobres niños criados desde la neurosis del personaje de Helen Fielding. La semana pasada el Sunday Times publicó un extracto de la tercera novela sobre Jones y se descubría que Mark Darcy ha muerto y que Bridget ¡ya en sus cincuenta! es una viuda con dos hijos que debe salir adelante.

En realidad, cuando se anunció que iba a aparecer una tercera entrega, me preguntaba cuál sería la crisis en torno a la cual giraría el relato, aunque debo admitir que imaginaba al señor Darcy separado y no muerto. De todas formas, no podía ser que después del final feliz del segundo libro, un tercero se convirtiera en una novela sobre la maravillosa vida de casados de Bridget y Darcy, después de todo el humor de estas novelas surge desde la inadecuación de su personaje central, y no de su paz con el mundo. Pienso, incluso, en Orgullo y Prejuicio: no tendría mucho sentido escribir una historia con lo que pasó después del matrimonio de Elizabeth Bennet y el señor Darcy original. De hecho, el libro en que se aborda ese matrimonio años después –La muerte llega a Pemberley de P. D. James- no es sobre la vida color de rosa del matrimonio, sino sobre un asesinato ocurrido en sus terrenos (más sobre Orgullo y Prejuicio en este post antiguo).

He leído que algunas fanáticas han despotricado en contra de la decisión de Fielding, aunque me pregunto si eso es porque cuando se lleve al cine no estará Colin Firth. Yo, en realidad, no soy una gran fanática de las películas, pero disfruté muchísimo esos dos libros, divertidos y ágiles (aunque creo que tendría que repasarlos para escribir algo más profundo). Volviendo entonces a la decisión, apoyo a Fielding, quien obviamente tiene el derecho de escribir lo que quiera, y espero leer pronto Mad about the boy.